Traducción inversa

El hotel de los líos (semánticos)

    ¿Hay todavía alguna persona sensata que no sea partidaria de renovar ya la composición del Tribunal Constitucional? Sus miembros actuales, caducados e incapaces de entenderse (o viceversa), van a legar la patata caliente del Estatut a los nietos de nuestros nietos. En realidad, si analizamos detenidamente la literatura periodística generada por el impasse constitucional descubriremos que todo es un problema semántico. El fiel de la balanza decisoria descansa en el rechazo por parte de algunos magistrados a que Catalunya se proclame a sí misma "nación", cuando de lo que se trataría es de que se conforme con el título –supuestamente más recatado- de "nacionalidad". Sólo en este último caso se aceptaría que sus símbolos visibles (lengua, bandera, himno) pudieran conquistar el adjetivo "nacionales".

  Nación, nacionalidad, nacional: cualquier alumno de la ESO sabe que estos tres términos no pueden referirse a nada diferente, puesto que tienen la misma raíz. Sin embargo, los altos magistrados parecen ignorarlo. Los matices, en este campo, serán decisivos jurídicamente, pero también son un poco grouchomarxianos. ¿Qué es una nación –o una nacionalidad- sino una comunidad de personas que decide constituirse como tal? ¿En la península ibérica sólo caben dos naciones –España y Portugal- por mandato divino o eso deben decidirlo los ciudadanos libremente?

  Todo son preguntas. Mientras tanto, en el Tribunal, no nos ofrecen ninguna respuesta, sino un conjunto de incompatibles y educados soliloquios. Semántica, todo es semántica. Con lo que a mí me gusta –y ustedes perdonen- la buena sintaxis.

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