Traducción inversa

La vida, simplemente

  Las novedades acerca de la célula sintética de Craig Venter, que fueron divulgadas recientemente, suponen otra vuelta de tuerca en el escaparate acelerado de la modernidad. La sintetización del ADN de una bacteria para introducirla en otra y conseguir que cobre vida propia abre unas posibilidades vertiginosas que sólo nos confirman en qué época vivimos. Que Venter quiera patentar el "invento" sólo es otro aspecto de la misma constatación: nunca, desde que abandonó los árboles, la especie humana había experimentado un horizonte de tantos cambios, y tan trascendentales.

  Los prodigios, eso es cierto, han de abrirse paso en medio de la codicia, de la ambición más o menos legítima, incluso de la miseria moral. Un día, sin embargo, trasplantamos una cara, otro inventamos sangre artificial, en cualquier momento tendremos robots asimovianos (sometidos, quizás, a sus ya clásicos dilemas morales) y no duden ustedes que nuestros nietos irán de vacaciones a la Luna.

  Todo esto, claro está, viene en las páginas de ciencia de los periódicos en forma de noticias rutinarias, como si situarse ante el abismo esgrimiendo complejas fórmulas matemáticas a la luz de las estrellas fuera, en definitiva, el final de un programa lógico que empezó con un primate en cuclillas frotando unas piedras para hacer brotar el fuego. Mientras decidimos si los nuevos brujos de la tribu como Craig Venter son genios aunque desvergonzados, a algunos nos entran ganas, de pronto, de volver a nacer ahora mismo, puesto que nos corroe la envidia ante los que van a vivir plena y completamente el siglo XXI.

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