Traducción inversa

Nacionalismo versus vasquismo

  Una de las consecuencias más divertidas de las últimas elecciones en Euskadi ha sido el espectáculo al que hemos podido asistir en los opinaderos conservadores. De creer a algunos tipos, que se escuchan con gran placer mientras hablan, la falta de mayoría absoluta por parte del PNV y sus aliados propiciará por fin que se prohíba el uso de la ikurriña, que a los que hablen euskara se les ponga un anillo (como en los viejos buenos tiempos del franquismo) y que el flamenco y las sevillanas pasen a sustituir al aurresku y a los bertsolaris.

  Según las hipertensas opiniones de esta Santa Compaña al borde del colapso cardiaco, Patxi López sería algo así como un Tejero redivivo que debería entrar en Ajuria Enea con un sonoro "¡se sienten, coño!" para imponer, con la fuerza de sus votos y, especialmente, los del PP, la revancha histórica de la España cañí contra los pérfidos vascones. Por si acaso, eso sí, en algún periódico ya hemos podido leer incluso el sesudo informe de un heraldista dispuesto a demostrar que "López" es un apellido eusquérico de toda la vida.

  Todo esto está muy bien, pero quizá alguien debería explicar a esta tropa alguna pequeña evidencia que, sin contrarrestar sus enormes dotes para la entelequia, les pudiera servir de interesante contrapunto. Doy por sentado el derecho de Patxi López a formar gobierno. Como él dijo muy bien, el PNV no es ni el régimen ni la religión de Euskadi. Es sólo un partido que, a lo que parece, ya no puede sumar para gobernar. Dicho esto, no creo que el PSE-EE sea precisamente un partido nacionalista español. Es obvio que no es nacionalista vasco, pero si pudo integrar en su seno a buena parte del antiguo partido de Bandrés y Onaindía (Euskadiko Ezkerra), no es lógico identificarlo con los delirios españolistas del PP local.

  En realidad, el PSE-EE es una formación caracterizada, en sus últimos tiempos, por un acusado vasquismo, lejos de los nacionalismos antagónicos del PNV y el PP. Por eso, precisamente, se encuentra en un punto muy interesante para poder formar un gobierno minoritario pero integrador, que respete el profundo sentimiento identitario del País Vasco, no entorpezca la recuperación del euskara y, sobre todo, inyecte una dosis de cordura en el problema de la violencia y los violentos.

  Por supuesto, hay muchísima gente que está deseando que fracase en ese intento. Y son los mismos que ahora le jalean y le embadurnan de genealogías halagüeñas.

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