Traducción inversa

Goethe, el infierno y los neonazis

La semana pasada, coincidiendo con las elecciones europeas, se celebraron también comicios en siete länder alemanes, entre ellos Turingia. El neonazi Partido Nacional Democrático (NPD) obtuvo representación en muchos municipios de este territorio. Singularmente, entró en el ayuntamiento de la ciudad de Weimar.

  Puede que a ustedes les suene Weimar porque es la ciudad de Goethe. Entre los siglos XVIII y XIX la presencia del gran autor alemán convirtió esta pequeña ciudad en un emporio cultural cuyos efluvios aún pueden respirarse. En aquella época la poblaban "diez mil poetas y algunos habitantes", según la jocosa definición de Eckermann (el gran biógrafo goetheano). Ahora su censo está formado por unos sesenta mil ciudadanos... y sobre cada uno de ellos pesa como una losa no sólo la memoria del gran Johann Wolfgang Goethe, sino también la del pasado nazi.

  Los esbirros de Hitler, en efecto, construyeron en las afueras de Weimar el campo de concentración conocido como Buchenwald. Allí, entre 1937 y 1945 perecieron unas cincuenta mil personas. Algunos de los supervivientes son conocidos: Jean Améry, Imre Kertész o Jorge Semprún. El regimen comunista convirtió luego el campo en un mausoleo "antifascista", una especie de Valle de los Caídos de más que dudoso gusto.

  El autobús número 6 conecta, cada hora, la estación de trenes de Weimar con el antiguo lager. ¿Cuántos de los votantes del NPD se han acercado por allí? Que un neonazi se siente en el noble ayuntamiento de Weimar es un insulto a la cultura alemana. ¿Se revolverá Goethe en su tumba, desde el fondo del valle de la memoria?

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