Traducción inversa

La lucidez inadvertida de Víctor Jara

Al calor de las nuevas revelaciones sobre la muerte del cantante chileno Víctor Jara he desempolvado algunos de sus viejos elepés. Puestos sobre el plato del tocadiscos (sí, aún lo conservo), flotando en un magma de electricidad estática, me he vuelto a emocionar escuchando canciones que dormían en algún pliegue de mi subconsciente. Siguen sonando magníficas Plegaria a un labrador, Te recuerdo Amanda o El niño yuntero. Menos conocida es quizás Las casitas del barrio alto, un tema original de Malvina Reynolds (Little boxes), que popularizó después Peter Seeger y que Jara adaptó a su circunstancia.

  Sin él pretenderlo, este tema es toda una explicación de la crisis actual de la izquierda en sociedades avanzadas, como la europea. La canción satiriza esas urbanizaciones periféricas a donde se han trasladado las gentes pudientes. Allí "se sonríen y se visitan, van juntitos al supermarket y todos tienen un televisor". Es la nueva sociedad conquistada por la clase media,  cuyos integrantes "juegan bridge, toman martini-dry y los niños son rubiecitos y con otros rubiecitos van juntitos al colegio high".

  Pues ese es el problema. ¿Quieren una explicación de por qué en Madrid o Valencia –dos territorios con una amplia clase media de ambiciones perfectamente definidas- arrollan las ideas conservadoras? Pues porque la máxima aspiración de todo hijo de vecino es conseguir no ya un televisor, claro, sino su adosado con jardín, su colegio concertado y sus diversiones exclusivas. Ya no hay clase trabajadora porque los "trabajadores" quieren los mismos privilegios que los "burgueses". Quién se lo iba a decir, al pobre Víctor Jara.

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