La trama mediática

Intérpretes y culpables

La culpa, ya lo saben, es del mensajero o, en el caso de la bronca del pinganillo, del traductor, que convirtió en oficio la traición a la lengua que debía ser única e indivisible. Acusa La Razón a todo gas: "Los intérpretes del Senado cobran 515 euros al día y piden aumento de sueldo". Un dedo en rojo criminaliza: "¿Los nuevos controladores?" En las tertulias cazalleras de la tele cavernaria pagan eso y más, como bien sabrá el asiduo José Antonio Vera que, magnánimo, propone un solo día de trabajo al año para los malvados intérpretes: "Podría aceptarse que un día al año de manera simbólica los senadores se expresaran también en el resto de las lenguas oficiales".

No parece que el editorialista de ABC esté por la labor de tal concesión a los insaciables de la periferia. "El ridículo episodio de los pinganillos es buena prueba de la debilidad del PSOE ante la voracidad insaciable de sus coyunturales aliados nacionalistas", señala, y deja el toro listo para la suerte suprema a cargo de Edurne Uriarte: "Esto de va de conflicto y separación. De una representación nacionalista de los 'países' integrados en el 'Estado español'. Y de su equiparación política con España, con el otro país, el país de Florentino Pérez, que diría Sandro Rosell".

Murcia y la sociedad lanar

Tarde llega a la tomatina murciana Isabel San Sebastián. Aportará algo nuevo, por lo menos, se dirán. Basta ver el arranque de su columna en El Mundo para comprobar que sólo trae el potito de rigor: "Suplir con miedo e intimidación la falta de respaldo democrático es algo que la izquierda sabe hacer con maestría. No en vano fueron Lenin y sus bolcheviques los inventores de esta estrategia". Admitamos que, en su simplicidad, el mensaje se entiende. Es mucho más difícil adivinar qué pretende decir Ignacio Ruiz Quintano desde el córner de ABC: "Parece un caso de justicia poética que nuestra sociedad lanar acabe en manos del guardia de la porra. Con él, la izquierda reduce su programa máximo a una vieja idea hispánica: ¡A mí que no me toquen el cocido!"

Mientras piensan en el profundo significado de esas palabras, el editorialista de Cope les regala otras para que rían a mandíbula batiente: "Difícilmente se puede entender la historia de los medios de comunicación en España sin un capítulo dedicado a la Cadena Cope, que a lo largo de los años se ha convertido en un acreditado espacio de verdad y de libertad". De cabeza al confesionario.

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