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Diario de una psicóloga en tiempos de virus

Marta Hernández

Psicóloga y suscriptora de Público

Diario de una psicóloga en tiempos de virusHoy escribe Marta Hernández, psicóloga y suscriptora de Público.

En los últimos días la frase que más me han repetido es: "Seguro que lo llevas bien porque eres psicóloga ¿no?". (Sí. Y humana también. Gracias). Así que he decidido sentarme a escribir sobre cómo estoy viviendo esto del coronitavirus.

A ver, emoción primaria: "Miedo". Emoción secundaria: "Ansiedad". Emoción... ¡Mira, que le den morcillas a la psicología! En casa del herrero, cuchillo de palo.

Día 1: Cuando tu madre te cuenta que ella y otros dieciséis de su coro tienen coronavirus, se te olvidan todas las técnicas y lo único que quieres es salir corriendo y espachurrar a tu madre. Pero no puedes. Estuviste con ella anteayer, comiendo oreja a a plancha en un bar, así que ahora eres potencial infectada. Y lo peor no es eso. Lo peor es que tus padres son de los escépticos que no tienen ni un rollo de papel higiénico. Y ya puedes tener tú 32 en tu trastero, que no sirve de nada porque no se los vas a poder dar. A partir de ahora, cuarentena.

Día 2: "Mamá, ¿tienes tos? ¿respiras bien? ¡Hagas lo que hagas, no vayas al hospital, que ahí te aíslan y te deprimes y no sales jamás de los jamases, que lo he leído en un periódico en chino!". Di que sí, hija, tú métele miedo, que ese es el paso número uno en la guía de cosas que no decirle a un enfermo. Lo de "tranquila, todo irá bien", ya si eso te lo dices a ti misma. Y a los dos días, tu padre con fiebre y tú con décimas. Si tenías poca ansiedad, ahora encima parece que tengas una losa en el pecho y respires por una pajita. Pero que no se te note, que encima se van a asustar y ya has leído que para las defensas es fundamental estar animado. Yo creo que ha llegado el momento de tomarme una valerianita con pasiflora para dormir. Una vez al año no hace daño.

Día 3: Los dos con fiebre y tos. A ver, venga, voy a hacer unas respiraciones de esas profundas... Coge aire, suelta aire. ¡Pero que me ahogo! ¡Ventolín al canto! Bueno, mejor los llamo otra vez a ver cómo siguen. "Tú estudia mucho, hija, que las oposiciones seguro que no las suspenden". Sí, claro, estoy yo para estudiar. Mejor abro el whatsapp y miro los miles de mensajes alarmistas a ver si me sube un poco más la ansiedad. De manual.

Día 5: Siguen con fiebre y mi padre no baja ni combinando con ibuprofeno. "¿Ibuprofeno? ¡No! ¡Ibuprofeno no! ¡Que ha dicho el ministro francés que te mueres si tomas ibuprofeno!". Y yo encima lo tomé para la regla (sí, porque las mujeres además de lidiar con el coronavirus...). ¿Voy a morir? ¿Y si hago una neumonía? Las neumonías son así, de repente estás bien y pum. Neumonía. Bueno da igual, voy a llamar a mi madre. Vaya, se ha enfadado porque la he despertado de la siesta. Pobre, si es que soy un desastre. Tiene toda la razón. Ella intentando luchar contra lo desconocido y yo no hago otra cosa que agobiarla con mis llamadas y decirle que no tome ibuprofeno. Ha llegado el momento de volver a la cordura.

Dia 8: mi madre tiene menos fiebre (¡aleluya!) pero me dice que la hija de la vecina de 75 años le ha llamado para decirle que ni se le ocurra salir de casa por si contagia a su madre y está muy agobiada. "¡Y qué hago con la basura! ¿Va a venir ella a bajarla? ¡Pero si llevo una semana sin salir!". Ganas me dan de llamar yo a la hija de la vecina. Pero me controlo, respiro (ya soy nivel avanzado de respiración) y le hago ver que está asustada y en estos momentos es cuando más comprensivos tenemos que ser.

Dia 9: Mi madre necesita Aquarius y que le tiren la basura, así que tengo un momento de lucidez y mando a mi pareja a visitarles. Como vaya yo, voy a montar un espectáculo intentando abrazarles con la mascarilla y los guantes. ¡Qué alivio! Parece que están bien y me quedo más tranquila.

Día 10: Mi padre tiene mucha tos y no le baja la fiebre, pero me he dado cuenta de que esto del coronavirus es cuestión, en gran parte, de actitud.

Llega un mensaje de mi abuela de 90 años, desde la residencia en la que vive: "Lo de la mascarilla es genial, porque yo lo había intentado hacer con mis bragas, pero como son de cuello alto me quedaban un poco grandes".

Si ella, que comió mondas de patata durante la guerra, nos manda chistes en lugar de quejarse porque no puede ir a ver a mi abuelo que está aislado en otra planta, es porque todas podemos sacar una sonrisa a pesar del miedo y la incertidumbre de estos momentos. A pesar de ser psicólogas. O gracias a ello.

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