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'Nos tenéis abandonados'

Juanjo Sánchez Requena

Enfermero y amigo de 'Público'

'Nos tenéis abandonados'
Entrada a un centro de atención primaria. EFE.

A nadie se le escapa que el día a día en Atención Primaria es muy duro y estresante para los profesionales sanitarios. Los hospitales sufrieron un duro marzo, abril y mayo a causa de los ingresos masivos de pacientes afectados por el Coronavirus en estado grave y muy grave. Las UCIS se colapsaron y faltaron respiradores y profesionales sanitarios, sobre todo enfermeras.

A partir de junio, y hasta día de hoy, el peso de la atención sanitaria ha recaído sobre unos centros de atención primaria debilitados, sin presupuesto, sin recursos materiales, sin espacios y lo que es más grave, con un déficit importantísimo de enfermeras y médicas. Estos centros han asumido el cribado de la población (PCRs, test rápidos, serologías), el seguimiento y tratamiento de los casos positivos que están en sus domicilios (80% de los casos positivos), seguimiento y control de residencias y de escuelas... A todo eso hay que sumarle lo que era nuestra actividad habitual, que no es evidente para todo en mundo. Desde la Atención Primaria se realiza el seguimiento de pacientes crónicos (hipertensión arterial, diabetes, insuficiencia cardiaca, enfermedad pulmonar, insuficiencia renal, obesidad, trastornos psiquiátricos); también el seguimiento de pacientes frágiles domiciliarios, la promoción de la salud para la población sana, la detección precoz de procesos de enfermedad (cáncer, enfermedades crónicas, infecciones de transmisión sexual, depresión, enfermedades degenerativas y autoinmunes, etc.); y también el seguimiento de niñas y niños sanos; el seguimiento de procesos de maternidad; las extracciones y recogidas de muestras de diversas pruebas; la atención urgente; las curas; las vacunaciones; la educación sanitaria para la comunidad...

La lista de actividades es enorme. Pero os profesionales somos los mismos, y ya éramos insuficientes. En muchos centros es imposible implementar nuevos circuitos para que las personas afectadas por la covid-19 no tengan contacto con otras personas, y además de todo esto, muchos profesionales hemos enfermado de durante los meses de pandemia. Cada médica y enfermero tenemos asignados entre 1400 y 1500 usuarios. Una barbaridad.

En Atención Primaria faltan médicas de familia y enfermeras, principalmente enfermeras si queremos dar respuesta a todas las necesidades de la población. A día de hoy no podemos en realidad llamar a estos servicios "Atención Primaria y Comunitaria". No llegamos a todo, es imposible. Muchas personas de los equipos de enfermería están de baja por contagios, ansiedad, depresión, enfermedades propias o agotamiento físico. Otras compañeras hablan públicamente de dejar la profesión y dedicarse a otras actividades profesionales. Un grupo importante de colegas se ha marchado a otras comunidades y países dónde las condiciones laborales, el reconocimiento profesional y las retribuciones son mucho mejores. Tengo la sensación, después de 32 años viviendo situaciones de crisis en el sector sanitario, de que en breve habrá una crisis sanitaria enorme por falta de enfermeras.

Durante una jornada de trabajo sufrimos sensaciones encontradas. Por un lado, amamos nuestra profesión y tenemos vocación de servicio público. Por otro lado, tenemos miedo a no llegar, a equivocarnos, a no saber priorizar, a no reaccionar a tiempo, a posponer cosas urgentes. El día de una enfermera de atención primaria puede ser muy heterogéneo y con muchas actividades pendientes: extracciones a primera hora de la mañana, visitas a domicilio a personas dependientes y frágiles, visitas de pacientes crónicos o pacientes que precisan curas, llamadas telefónicas de seguimiento o de respuesta a las demandas de nuestros usuarios, respuesta a las consultas telemáticas de nuestros pacientes a través del sistema eConsulta, trámites administrativos, reuniones informativas y formativas...

Los usuarios, acostumbrados a una atención próxima, accesible de 8 a 20 horas y resolutiva, no aceptan la dificultad de acceso a su médico y enfermera. Su percepción sobre su salud ha empeorado, tienen miedos y dudas y temen que van a empeorar, incluso morir:

"Antes me visitabais 3 veces al año, me hacíais una analítica y electrocardiograma anual, me derivabais al especialista si hacía falta, me sentía controlada por mi médica y enfermera."

"Nos tenéis abandonados, sólo podemos hablar por teléfono con vosotros, hace 1 año que no me visitáis en consulta, estoy muy preocupado."

"Tengo mucha angustia, tengo ansiedad, los talleres de mindfulness me ayudaban mucho, echo a faltar las caminatas saludables y los talleres sobre alimentación."

"Cuándo vamos a volver a la normalidad?"

Estos son unos pocos ejemplos de situaciones que vivimos cada día y que nos hacen sentir mal. La Sanidad Pública de España y Catalunya no es de las mejores del mundo,  como nos mentían los políticos, ni mucho menos. A día de hoy estamos haciendo un abordaje digno de la pandemia gracias a la profesionalidad y excelencia de las y los profesionales. El sistema sanitario está herido de muerte por falta de presupuesto, falta de recursos, falta de políticas sanitarias públicas, falta de enfermeras y médicos y falta de reconocimiento profesional. Hemos dejado de ser profesiones dignas: los dirigentes nos tratan como mano de obra sanitaria.

Personalmente llevo trabajando 32 años en el Institut Català de la Salut y hoy puedo decir que no acabaré mi vida productiva trabajando como enfermero en esta institución ni en este sector. Ser enfermero conlleva un esfuerzo físico y psíquico enorme que afecta nuestra salud: yo sufro una enfermedad crónica agravada por mi trabajo). Creo que la huelga de todo el sector sanitario cada vez está más cerca.

El amor a la profesión tiene un límite y os aseguro que muchos profesionales nos cuestionamos si vale la pena continuar es estas condiciones.

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