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Ruido y furia contra el Constitucional

Se declaran el partido más respetuoso de las instituciones del Estado, exigen a todo el mundo que acate obedientemente las resoluciones judiciales, no cesan de impartir lecciones de ejemplaridad pública... En suma, a demócratas no hay quien les gane. Sin embargo, cuando esa democracia que tanto dicen venerar produce situaciones que no encajan en su concepción del mundo, pierden las formas y se echan iracundos al monte poniendo al descubierto esa vieja faceta radical y autoritaria de la que no han logrado desprenderse en su interminable viaje al centro.

Esa contradicción permanente del PP frente a la teoría y la práctica de la democracia se ha evidenciado una vez más con motivo del fallo del Tribunal Constitucional que permite a la coalición abertzale Bildu concurrir a las elecciones del 22-M. El mismo partido que aplaudía hace poco al Tribunal Supremo por impedir la legalización de Sortu por nueve votos contra siete considera ahora que seis votos frente a cinco constituye una "mayoría raquítica", y a los magistrados que avalaron la participación de Bildu en los comicios les recuerda, con clara intención infamante, que "juraron defender y aplicar" la Constitución. O les espeta que "desde Madrid, con escolta y con buen sueldo, es fácil dejar a Batasuna que se presente". Por no hablar de las acusaciones incendiarias contra el Gobierno por una supuesta connivencia con ETA. No les tranquiliza que la Ley Electoral, reformada hace poco con los votos socialistas, permite retirar el acta a cargos públicos si se prueba a posteriori su conexión con el terrorismo. Nada les parece suficiente.

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