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Entre la cumbre y el abismo

En estos tiempos de zozobra, en los que si algo se necesita es la política con mayúsculas, el espectáculo que están ofreciendo los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea no puede ser más deplorable. Los mandatarios se reunieron ayer en Bruselas con una agenda dominada por la crisis económica y, muy en particular, por el explosivo caso griego. Se esperaba que el encuentro infundiera confianza a los ciudadanos y ahuyentara a los especuladores, pero, después de la cita, la economía europea sufrió un ataque redoblado de los tiburones internacionales. La prima de riesgo de la deuda española alcanzó su máximo histórico, pese a la aplicación con que el Gobierno de Zapatero está "haciendo los deberes", o sea, metiendo tijera al Estado del bienestar. En la misma reunión, los 27 nombraron (o más bien ratificaron como corderos la componenda germano-francesa) al próximo gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, exvicepresidente internacional de Goldman Sachs. Sí: el mismo banco de inversión que asesoraba al anterior Gobierno griego con métodos de ingeniería financiera que le permitían ocultar el tamaño real de su déficit y su deuda. Y, también ayer, los líderes europeos acordaron que la libre circulación de personas –uno de los grandes logros de la Unión– se pueda suspender en situaciones "críticas". Según Zapatero, esas situaciones son "terrorismo, guerra o pandemias". Pero lo cierto es que lo que ha motivado la medida ha sido la voluntad de frenar el movimiento a inmigrantes del Magreb. Con cumbres como la de ayer, no sorprende la creciente desafección ciudadana por el proyecto europeo.

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