Los palestinos del interior de Israel conmemoraron ayer el Día de la Tierra, que recuerda los acontecimientos que tuvieron lugar el 30 de marzo de 1976, cuando salieron a la calle para protestar contra la sistemática confiscación de sus tierras por parte de Israel. En aquella jornada murieron seis palestinos.

Hoy día los palestinos representan el 21 por ciento de la población de Israel, y sufren discriminaciones a diario y de mil maneras distintas, a pesar de que el gobierno israelí lo niega una y otra vez.

Tiene gracia que Israel se considere un estado judío y que el presidente palestino Mahmud Abás no quiera reconocer esta circunstancia.

Israel siempre ha sido un estado judío, Ciertamente, debería ser un estado de todos sus ciudadanos, pero esto nunca ha sido así ni lo será, pues su razón de ser se fundamenta en la discriminación.

El mismo día que millares de palestinos se manifestaban en el interior de Israel, la Kneset aprobaba destinar millones de shekels a las colonias judías que hay en los territorios ocupados.

El mismo día, el primer ministro Binyamín Netanyahu abría la reunión semanal del consejo de ministros denunciando las cuatro resoluciones que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó a finales de semana condenando los abusos que Israel aplica sobre los palestinos, por 46 votos contra uno, el de Estados Unidos.

El mismo día, medio centenar de israelíes judíos irrumpían en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén a través de la puerta de los Magrebíes que está controlada por la policía israelí.

Cabe recordar que recientemente los cónsules europeos en Jerusalén advirtieron que se puede producir una explosión en la Explanada de las Mezquitas en cualquier momento debido a las continuas provocaciones israelíes.

Esta advertencia, por supuesto, no tendrá ninguna repercusión puesto que los líderes europeos prefieren mirar para otro lado aunque saben perfectamente lo que está ocurriendo en Israel y en los territorios ocupados.