Punto de Fisión

Perseguir quimeras

 

Es cierto que el nacionalismo ocasionalmente ha producido maravillas como la fabada asturiana o la música de Sibelius, pero yo siempre lo he asociado más bien con experiencias desagradables como el chotis, la cruz gamada, el canto tirolés y la prosa de los comunicados etarras. Nunca he visto ventaja alguna al absurdo existencial de creerse mejor o distinto por haber nacido en un determinado lugar y hablar otra lengua hasta que el rey ha venido a sacarme de mi error. Resulta que el nacionalismo consiste en "perseguir quimeras". Bueno, a eso sí que me apunto.

Ignoramos si el rey compone poesías en sus ratos libres, en las estancias de hospital, entre regatas de veleros y cacerías africanas, o bien si uno de los habituales redactores de la Casa Real (uno de esos maestros incomparables de la pedantería y la vacuidad capaces de curar el insomnio a golpe de sintaxis) ha dado de chiripa con una veta de auténtica literatura. Perseguir quimeras. Es difícil encontrar una manera más bella de decirlo, porque todo lo que ha hecho la raza humana desde que salió de las cavernas ha sido perseguir quimeras. Cruzar los Alpes. Dar la vuelta al mundo. Liberar a los esclavos. Llegar a la luna. Subir el Everest. Trasplantar un corazón. Quitarse a los reyes de encima.

Cuando Alejandro soñaba con llegar al final de la tierra perseguía una quimera. Cuando los soldados de Washington acamparon aquel gélido invierno en Valley Forge se calentaban con el fuego de un sueño. Un inesperado ramalazo de lirismo y don Juan Carlos ha colocado al alegre tropel de independentistas catalanes y vascos en el mismo friso histórico que alberga a los patriotas de cualquier tiempo y lugar, a todos los que una vez abrazaron una fantasía inaccesible, desde los griegos hasta los polacos, desde Bolívar hasta Martin Luther King, desde Gandhi hasta Mandela.

Se ve que al rey, después de sus últimos percances cinegéticos, los médicos le han prohibido la caza y, aburrido, ha decidido no hacer caso de aquel famoso consejo de su mentor y antecesor en el cargo: "Haga como yo, joven, no se meta en política". Se ha metido hasta el corvejón y acaba de descubrir que se trata de una tarea algo más complicada que esquiar o masacrar a tiros animales indefensos. De momento, acaba de patrocinar un slogan que bien pudiera ser el banderín de enganche del PNV y de CiU en unos tiempos tirando a agropecuarios. La quimera es una bestia escurridiza que no suele alojarse en la mira de una escopeta pero cuya caza siempre merece la pena. Hay muchas clases de quimeras (un libro imposible de escribir, una vecina utópica, un país nuevo, una isla entre la niebla) pero somos muchos ya los que soñamos con una llamada república.

 

 

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