Punto de Fisión

Justicia a la española

La sentencia contra Isabel Pantoja sienta un grave precedente para la infanta Cristina. Creíamos que el juez le iba a aplicar las eximentes de tonadillera y gloria ibérica, pero finalmente el moño y la peineta no le han servido de nada. Se ha librado de la cárcel por un pelo aunque nadie el ha quitado el bochorno de calentar banquillo. Esta humillación terrible recuerda el abanico de Lola Flores cuando taquigrafiaba maldiciones en morse sobre la pechera al tiempo que le cantaba al funcionario que le solicitaba el carné: "¿Pero no me conoces, chiquillo? Yo soy Lola Flores, yo soy la Lola de España".

El enfado de Lola Flores era lógico y consecuente. No puede pasarse una la vida ejerciendo de monumento público y embajadora de las artes para que luego venga un funcionario cualquiera a tocar las narices, como si una fuese una española más, un átomo del vulgo. Se empieza con la Pantoja, se sigue con los duques y se acaba con la realeza. Así no puede ser. No debemos olvidar nunca que éste es un país que se libró de la Revolución Francesa porque la guillotina hacía feo, y que no hizo la Revolución Industrial porque nadie sabía qué coño era una guillotina. Aquí siempre se han respetado los valores tradicionales, la aristocracia, la esclavitud, las viejas familias, las peinetas.

Uno de los mejores retratos que se hayan pintado de España, al menos desde Goya, lo plasmó Berlanga en La escopeta nacional y sus dos magníficas secuelas. Cuando el marqués de Leguineche va a pedir un crédito al banco y le exigen un aval, dice que es familia del rey. Entonces el banquero, viejo amigo suyo, le da una palmada en la espalda y le dice que los tiempos han cambiado. "Vámonos, papá", suelta su hijo, un perfecto botarate, "que éste ni conoce al rey ni nada". Llega a resucitar Berlanga y ve cómo está el patio (con el esperpento de Urdangarín, Coryna agente secreto, el elefante de Botsuana, y todo un borbón trabajando de recadero para Kissinger) y demanda a la Casa Real por irreal y por plagio.

Algo muy grave está ocurriendo en España si ya no se respetan instituciones como la Pantoja. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Juzgar a Ortega Cano? Aquí es que ya ni hay justicia ni hay toreros ni hay peinetas. Vamos, es que se les ocurre juzgar a Belmonte por conducción imprudente y sale Belmonte con las orejas del juez chorreando sangre, a hombros por la puerta grande de los juzgados. Menos mal que todavía nos queda Bárcenas, que es un señor a la antigua usanza, un imputado pata negra que trata al juez como si fuese el aparcacoches. Y que cuando le piden que explique de dónde sacó treinta y tantos millones de euros va y dice que fue cambiándole unos cromos a un gitano.

 

 

Más Noticias