De cara

Luis insiste en que le echen; quiere quedarse

Luis no se fía de Raúl. No descarta que esté personalmente detrás de las manifestaciones populares que se agolpan en sus alrededores. Y ya lo cuenta con la misma tranquilidad con la que lleva cargando contra sus jefes esta semana. Ayer insistió: que me echen. La Federación contestó de salida al desafío renovando la confianza en el seleccionador. Es decir, con la cobardía que presuponía Luis. Pero la momentánea victoria del técnico en el pulso, no le hace ganar un gramo de comprensión. Cuesta entender de qué se queja Luis, qué es exactamente lo que le molesta de sus jefes. La Federación gozó de suficientes oportunidades durante el curso para despedir a Luis, y con razón (las derrotas del equipo o el plante de silencio del seleccionador), como para pensar que ha esperado hasta hoy para forzar su adiós. Y lo de la presión por Raúl no es nueva. Espontánea o dirigida, la notó en el cogote desde el primer día en que decidió prescindir de su capitán. Y nunca sintió la necesidad de contestarla con un ultimátum. Al contrario, se sirvió de su pesadez para recuperar la estima del vestuario. Por tanto, por mucho dolor de cabeza que le provoque la canción, no tiene sentido que se harte justo ahora. Luego, está lo del enojo con la Federación por el nombre de su sucesor. Tampoco se adivina el problema. Porque es el propio Luis el que anuncia de forma irrevocable y sin connotaciones su fecha de caducidad: después de la Eurocopa. Lo responsable, por tanto, es que sus jefes no esperen a la conclusión del torneo para buscarle sustituto. Más allá de la elegancia de cuándo comunicar el nombre, no sería lógico aguardar a última hora para cerrar un acuerdo. Desmenuzada su rabieta, sólo queda un aspecto que la justificaría. Que aunque haya prometido su marcha, Luis no tenga decidido irse. Que prefiera que su futuro lo marque la Eurocopa. Ya lo hizo una vez. Luis reclama con insistencia que le echen; luego quiere quedarse.

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