Fuego amigo

Les acaban de dar una patada en mi culo

Hoy os escribo con estupor y desde las tripas. Y confieso que sin el debido sosiego para que mi capacidad de razonamiento no se vea suplantada por la indignación. Si ayer hablábamos de la escalada de adjetivos superlativos que el Partido Popular se ve en la necesidad de aplicar a las cuestiones más nimias de la vida social y política para perpetuar la estrategia de la tensión, como el drogadicto que cada día necesita una dosis mayor de droga, debo confesaros que a mí también me faltan hoy adjetivos, adjetivos, claro, publicables dentro del decoro y la templanza que se le supone (aunque a menudo se le discute) al animador de este cuaderno de bitácora.

Esos adjetivos que busco desesperadamente deberían servir para definir con exactitud un suceso sin precedentes en la historia de la democracia, la llamada al boicot lanzada por un partido, el Partido Popular, contra el grupo mediático de mayor dimensión, fortaleza y solvencia económica de este (el) país, el grupo Prisa. Aunque en realidad, aquí los únicos que demuestran tener Prisa son los dirigentes del partido de la derecha, angustiados por ver cómo se les va acabando el tiempo esquivo para despegar en las encuestas antes de la elecciones.

Una vez lo avisé, y lo sigo pensando hoy con más convencimiento: la estrategia de imagen del PP está en manos de un becario inexperto. Sólo así se entiende que abandonen el terreno de la mentira por el que circulaban últimamente para torcer por los senderos del error, mucho más accidentados, de un error de consecuencias imprevisibles pues no hay ejemplos anteriores de semejantes proporciones para que pudiéramos extrapolar una lección cabal para hoy.

Ya el primer gobierno de Aznar se dejó muchos pelos en la gatera intentando acabar con Polanco. Uno de esos pelos, más bien una mata entera, fue la utilización de Javier Gómez de Liaño, juez prevaricador apartado hoy por fortuna y por sentencia, todo hay que decirlo, de la judicatura. Ahora, en un segundo intento desesperado, los dirigentes de la derechona llaman al boicot, como imanes fundamentalistas, a los accionistas, anunciantes y clientes del grupo Prisa, con el mismo estilo de matón que emplearon para boicotear la compra de cava en el momento cumbre de su campaña contra el Estatut de Cataluña.

Es una actitud de un partido antisistema, impropia de quien pretende recibir la confianza de los electores a partir de las próximas elecciones generales. Una actitud que viene a corroborar los temores del propio Jesús Polanco cuando acusaba al PP de que "todo les vale para volver al poder", algo que -continuaba- "a mí personalmente me da mucho miedo". Yo también tengo miedo, y no trabajo para ese grupo. Y tengo miedo porque esto, además de un error, es un ataque a la libertad de expresión que deja al desnudo las verdaderas intenciones del fantasma que habita Génova 13 y que todos los días se les aparece a la hora de maitines a la banda de los cuatro: ese pavor patológico de la derechona clásica a la libertad de expresión, que no a la de mercado. Como decía ayer nuestro contertulio Pericles, por comparación Otegi me parece últimamente un tipo moderado. Hay que joderse (¡es justo y necesario!).

Desde este blog quiero, pues, sumarme a todos los trabajadores del grupo Prisa , y decirles que la banda fascista de los cuatro acaba de darles una patada en mi culo.
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Meditación para hoy: estoy convencido de que los dirigentes del PP saben que son cadáveres políticos, que tienen mucho que ganar y nada que perder si fracasan en las próximas citas electorales. Por eso no tienen ningún inconveniente en reeditar el guerracivilismo que nos desazonó a todos en aquel bienio convulso del 94 al 96 que tan buenos réditos les dio entonces, desarrollado como una estrategia militar por sus medios afines, como bien nos confesó en su día Luis María Ansón, uno de los conjurados: "hasta poner en peligro las instituciones, si fuere necesario".

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