Resulta muy difícil escuchar por la radio, sin que se te quiebre el ánimo, las declaraciones de algunos de los familiares de los militares muertos en el accidente del Yak-42. Ayer oíamos la voz entrecortada de la madre de una de las víctimas en el tribunal que juzga a los militares implicados.

"Me negaron ver a mi hijo muerto", dijo en la vista. Según ella, tras preguntarle al general Navarro si había visto el cuerpo de su hijo y si tenía alguna cicatriz (esas cicatrices que nunca se pueden ocultar a las madres y a las esposas) obtuvo como respuesta que no tenía ninguna, que estaba intacto. Fue entonces cuando supo que le estaban mintiendo. "No se equivocaron -manifestó luego otra familiar de las víctimas- no lo identificaron".

Mientras esto ocurría en el tribunal, a las puertas del Congreso los periodistas intentábamos arrancarle a Federico Trillo alguna justificación, alguna disculpa, quizá un gesto de desazón. Pero la gente del Opus, al parecer, sólo tiene que disculparse ante ese dios suyo tan particular, que es capaz de condenarte al fuego eterno por usar condón pero que, mediante el pago de un credo y dos avemarías pactados con el cura adecuado, puede perdonarte una violación, un golpe de Estado, o un genocidio.

Trillo pertenece al partido de las gaviotas, y su tipo parece una mezcla difusa de gaviota reidora, gaviota sombría, gaviota cabecinegra y gaviota picofina. Su primera reacción ante los periodistas, como buen "Larus ridibundus", fue sonreír (lo que demuestra que ya venía de casa en gracia de dios), y su figura sombría y cabecinegra se perdió en el hemiciclo para seguir afilando allí su oratoria de gaviota picofina, con el porte y la naturalidad misma de las que habitan los estercoleros.

El acuerdo de los socialistas vascos con el PP, para que Patxi López sea el próximo lehendakari, ya tiene esta foto casi oficial. ¿Cuánto tiempo creéis que tardarán en arrepentirse los socialistas Jesús Eguiguren y Rodolfo Ares de haberse fotografiado con la gaviota Iñaki Oyarzábal?