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La falta de transparencia alimenta más las dudas

El antídoto más eficaz que se ha inventado contra las teorías conspirativas es la transparencia. No significa que sea infalible: pese al proceso judicial público y meticuloso que se siguió contra los responsables de los atentados del 11-M en Madrid, el PP y algunos medios de comunicación han conseguido, mediante una campaña sostenida de manipulación, falsedades puras y medias verdades, que cierto número de ciudadanos siga creyendo que hubo "algo más" (el PSOE, ETA o lo que fuere) detrás de la matanza. Pese a su vulnerabilidad, la transparencia siempre viene bien para aclarar cualquier acontecimiento, sobre todo si provoca un gran impacto popular, como es la muerte de Osama bin Laden. Y transparencia es, precisamente, lo que falta al Gobierno de EEUU con respecto a la eliminación del terrorista al que responsabiliza de los atentados del 11-S, la mayor matanza de la historia en suelo estadounidense. La confesión, ayer, del portavoz de la Casa Blanca de que Bin Laden se encontraba desarmado en el momento de la operación no hace sino avivar las suspicacias de muchos ciudadanos que se preguntan por qué no se detuvo al terrorista para que fuera conducido a juicio, como corresponde en un Estado de derecho. Y contribuye a alimentar teorías de todo tipo que no hacen sino engrandecer mediante el misterio al personaje que se pretende suprimir de la historia. "Gerónimo, enemigo muerto en acción", comunicó en clave el director de la CIA el fin de Bin Laden. En 1886, el Ejército de EEUU logró en una acción militar que el jefe apache Gerónimo se entregara. E iba armado de un rifle Winchester.

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