Angela Merkel concluyó ayer una visita de dos días a Jerusalén. La canciller viajó acompañada por quince ministros alemanes que abordaron con sus colegas israelíes toda clase de cuestiones y firmaron numerosos acuerdos bilaterales.

Desde un punto de vista político, Merkel se mostró partidaria de un acuerdo de dos estados entre israelíes y palestinos, y formuló otras declaraciones conciliatorias en público.

Sin embargo, lo que cuentan son los hechos, y los hechos son que Merkel es una de las defensoras de Israel más notables en Occidente, quizá la que más, y la líder europea que más apoyo da a Israel de una manera global.

En Occidente, por supuesto, no se cuestiona la existencia de Israel, pero lo que están haciendo las políticas de Merkel y compañía, incluido el secretario de estado John Kerry, es consolidar y extender la ocupación de los territorios palestinos.

Una actitud decidida de Merkel y Kerry acabaría con la ocupación en cuestión de horas. Pero justamente está ocurriendo lo contrario, que las posiciones que Merkel y Kerry contribuyen a que la expansión israelí en las colonias judías vaya a más cada día.

Los submarinos alemanes con capacidad nuclear, sin ir más lejos, pasan a engrosar las filas del ejército israelí periódicamente, y cabe preguntarse por qué Merkel considera que la seguridad de Israel necesita de unos submarinos que en lugar de contribuir a la paz estimulan las enormes ambiciones militaristas del estado judío.

Una sola palabra de Merkel y Kerry bastaría para acabar con el sufrimiento de millones de palestinos, pero esa palabra no llega. Han transcurrido 22 años desde la Conferencia de Madrid, y las dos mayores potencias occidentales prefieren formular declaraciones "pacifistas" con la boca al tiempo que con las manos alimentan la ocupación y un militarismo exacerbado.