La compañía isralí SodaStream se dispone a cerrar en los próximos meses la planta que posee en los territorios ocupados palestinos.

La decisión se ha hecho pública ahora, justo después de algunos meses durante los cuales los grupos de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) han llevado a cabo una ruidosa campaña internacional contra SodaStream.

La dirección de la compañía insiste en que la campaña de BDS ha sido "molesta" pero no está detrás del cierre de la planta de Maale Adumim. La campaña se intensificó recientemente, cuando SodaStream contrató a Scarlett Johanson como imagen de la firma.

La nueva planta se construirá en el sur de Israel, lo que quiere decir que la mano de obra será más cara y probablemente los beneficios se reduzcan. De hecho, en los últimos meses la compañía ha visto reducidos sus ingresos significativamente, aunque insiste en que estos datos no tienen nada que ver con el boicot.

La campaña de BDS se dirige contra la ocupación israelí, pero aunque pueda ser más ruidosa y efectiva en algún momento concreto y en algún lugar concreto, no acabará con la ocupación y la expansión colonial israelí aunque siga creciendo.

Y no acabará por la sencilla razón de que un boicot puntual, como en el caso de SodaStream, es insuficiente para doblegar el espíritu expansionista dominante en las clases gobernantes del Estado judío.

Solamente una campaña institucional de la UE (ya que no se puede esperar lo mismo de Estados Unidos) podría detener el expolio continuado de los territorios palestinos.

Hace unos meses un funcionario israelí me comentó que lo que los negros no habían conseguido durante décadas de lucha contra el apartheid, lo consiguió la comunidad internacional con solo dos años y medio de boicot.

En aquella ocasión fueron los países occidentales los que tomaron la iniciativa, pero la verdad es que esos mismos países se resisten a aplicar una medida similar en el caso de Israel, al menos por el momento, de modo que no está a la vista el final de la ocupación.