Una china en el zapato

Todos somos un poco misoneístas

 

     Hay espectáculos que se repiten año tras año, como la lectura de El Quijote el 23 de abril o la representación del Don Juan la noche de Todos los Santos. Con la misma regularidad se llevan a cabo, a nivel mundial, las cumbres del G-20.

     Son puestas en escena que ya conocemos, y por eso aportan un agradable sentimiento de que todo está en su sitio. Don Quijote lleva más de cuatrocientos años atravesando las mismas peripecias, del mismo modo podemos tener la seguridad  de que los dirigentes de los países más ricos no van a cambiar el guión, la función es la de siempre. En el caso de la representación del G-20 hasta los gestos "espontáneos" se han incorporado a la trama, convirtiéndose en guiños recurrentes cuya repetición conforta: alguien que llega tarde, un tropezón gracioso... o, como en esta última, celebrada en Seúl la semana pasada, unas mallas de footing que no sientan bien.

     Año tras año, estancados como en un bucle, vemos repetirse lo mismo. Cuéntame cómo pasó ha vuelto a TVE en su duodécima temporada. Miraremos de nuevo el gesto eterno de Suárez sobre el estampado retro de la pared. El traje setentero de Imanol Arias, como el chándal de Zapatero, nos mantendrá entretenidos una vez más.

     Todos somos un poco misoneístas. Lo nuevo da miedo. Por eso provocan tantas reticencias las voces que gritan a las puertas del G-20, o los saharauis que insisten en mover algo parado durante treinta y cinco años, o la exigencia de una ley electoral más justa que cambiaría las cosas en nuestro país. La repetición adormece, como una nana.  El bucle hipnótico de la melena años cincuenta, de moda, otra vez, actúa como sedante.

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