Cartas de los lectores

02 de enero

Basta ya de masacres en Palestina
El integrismo israelí ha desatado una vez más una de las mayores operaciones de destrucción masiva que se recuerda contra Palestina. Los intensos bombardeos a tierra quemada sobre una población indefensa, cercada de hormigón, que no puede salir de ese infierno, es, sin duda, una situación que, en mi opinión, podría ser considerada como un crimen contra la Humanidad. La ruptura de la tregua, atribuida al grupo Hamas, es la excusa que utiliza la intransigencia sionista para justificar la operación militar de exterminio sistemático sobre la población civil de hombres, mujeres y niños.
El sionismo más visceral, instalado en su poderío militar, se resiste una y otra vez a aceptar la salida negociada de los territorios conquistados con las armas. Sin embargo, esta es, sin duda, la única solución humanamente racional que traerá la paz duradera a Palestina y a Oriente Medio. Además, debe agilizarse la formación de un Estado palestino con garantías de seguridad y estabilidad.
La comunidad internacional no puede permanecer con los brazos cruzados ante este holocausto. En la actual situación, urge que el Gobierno de España y la Unión Europea presionen a Israel con todos los medios a su alcance para evitar que continúen los asesinatos en la franja de Gaza.
Domingo Rozalén / Paterna (valencia)
Matar moscas a cañonazos
Si el Estado de Israel piensa que instaurando en Oriente Próximo un ambiente de terror exacerbado va a conseguir erradicar el terrorismo que ciertos grupos palestinos ejercen contra él, no sabe nada de nada sobre sus vecinos árabes.
Israel ignora la diplomacia y exhibe su maquinaria militar para matar moscas a cañonazos. Parece mentira que este pueblo, el judío, que tanto sabe de sufrimiento, pero que tanta solidaridad recibió en sus momentos de dolor, ahora esté empeñado en mostrarnos sus miserias.
Asimismo, arguye que los ataques de los últimos días sobre la franja de Gaza son en defensa propia. Para Israel todos son terroristas e incluso los niños pueden llegar a serlo. Un mundo que ha puesto demasiadas expectativas en el futuro presidente norteamericano, Barak Obama, Israel le pone una piedra en el zapato, un grave problema sobre el que tendrá que manifestar su desacuerdo o su complicidad.
Mal asunto para empezar sus relaciones con Israel, pues se juega buena parte de su credibilidad internacional frente a los que pensamos que estos ataques israelíes no son más que un atropello contra los derechos y leyes internacionales. Condeno sin paliativos estos bombardeos, e insto a Israel a que haga memoria histórica. Quizá notarán que está repitiéndose su terrible historia, pero con ellos al otro lado. Y desde luego, esta no ha sido la mejor forma de terminar el año.
Juan Carlos Pérez / Bormujos (Sevilla)
Discriminación
Me preocupa el crecimiento del racismo y la discriminación en Europa. En concreto, Italia se ha convertido en el ejemplo de los discursos que, basados en el miedo, criminalizan a la comunidad romaní y alientan las agresiones contra ellos.

Lo que allí sucede puede extenderse a otros países europeos, incluyendo España, donde las autoridades siguen sin desarrollar políticas de lucha contra la discriminación completamente efectivas.
En Italia, hemos asistido al incremento de los desalojos forzados de personas romaníes, en ocasiones, sin previo aviso y sin el debido proceso. Además, ser inmigrante irregular es un agravante en el Código Penal y alquilar una casa a una persona en esta situación puede costar entre seis meses y tres años de cárcel.
Esta realidad social es tan inaceptable como el silencio de nuestros políticos. Sería bueno preguntarse si esto podría suceder en España, donde, a pesar de que, en mi opinión, continúan produciéndose incidentes de este tipo, los actos de racismo siguen siendo casi invisible.
Caridad Maroto / Madrid

¿Un fin de año más?
El sentimiento que me ha dejado este fin de año es muy diferente a los anteriores. Quizá es porque me estoy haciendo viejo. Siento como si, más que despedirnos del año, nuestra sociedad se despidiera de muchas otras que nos han venido acompañando hasta ahora, desde tiempos inmemoriales.
En el fondo, a pesar de que soy ateo, reconozco que he sentido cierta melancolía al contemplar el resumen de la eucaristía celebrada por el cardenal Rouco Varela en la plaza de Colón de Madrid.
No se trataba, como en otras ocasiones, de un acto político –aunque yo creo que lo fue– , sino de una misa multitudinaria, protagonizada por el postrero grupo de españoles católicos que aún están dispuestos a mantener en la agonía el último y desvaído resplandor de su fe añeja.
Una fe que ya es incapaz de aguantar el peso de la evidencia de una sociedad que ha madurado lo suficiente como para necesitar que se le intente explicar con mitos lo que es perfectamente capaz de entender a través de la propia razón.
Una razón –todo hay que decirlo– a la que necesariamente tendremos que dotar con alguna otra gracia si no queremos sucumbir a la completa tristeza.
Entre la multitud se distinguían imágenes religiosas y fotos de familia, pero ninguna bandera. Era la imagen de unas gentes que han querido mostrarse en público como para despedirse; para dejar testimonio de lo que hasta hace bien poco fue el credo oficial de nuestro país.
Probablemente, el año que viene por estas fechas ya nadie lo recuerde.
Mario L. Sellés / Madrid

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