Cartas de los lectores

27 de febrero

Violentar al que violenta
De impactantes podrían definirse las imágenes de un laz-
kaotarra armado con un mazo entrando en la herriko taberna de Lazkao y arremetiendo contra todo el mobiliario del local. La expresión de rabia e impotencia de este hombre es, cuando menos, digna de reflexión. En Euskadi estamos acostumbrados a que simpatizantes o miembros de la izquierda abertzale muestren sus heroicas hazañas –día sí, día también– con impunidad y sin encontrar oponente a sus desmanes. Desmanes que van minando la paciencia y la tranquilidad de muchos vascos, cansados de asistir
como meros espectadores a una espiral de violencia y
de sinrazón que parece no
tener fin.
Entiendo que la solución no pasa por violentar al que violenta, pero sí veo comprensible que, en un arrebato de desesperación y desesperanza, uno actúe como el vecino de Lazkao. No justifico su
acción, pero sí la considero humana dentro del contexto en el que se produjo. Más reprobable sería, quizás, la actitud de los que, horas después, empapelaron la localidad guipuzcoana con amenazas hacia su convecino que, dado el cariz que ha tomado la situación, ha optado por marcharse del pueblo.
Izaskun Fernández /Girona

Cuando las víctimas legislan
Primero fueron los padres de Mari Luz y ahora los de Marta del Castillo. Han conseguido trascender la tragedia familiar y, a través su presencia continua en los medios, encontrar afinidades en amplios sectores de la población, en los partidos políticos que vertebran la sociedad y, aparentemente, en el mismísimo presidente del Gobierno. En estos momentos se está elaborando la reforma para llevar a cabo el enésimo endurecimiento del Código Penal –que era ya el más duro de la etapa democrática–, y todo para satisfacer a una opinión pública asustada por otras causas menos controlables por la Administración, como es la inestabilidad radical del sistema social y económico en el que estábamos tan cómodamente instalados.

Cuando se pide la cadena perpetua conviene recordar que la privación de libertad supone la agresión más directa que el Estado ejerce sobre el ciudadano como sujeto de derechos y como persona individual. Esto sería mantener una represión directa sobre los presos preventivos y los condenados, apartándoles de las estructuras de participación y social. Como en democracia resulta imprescindible ofrecer una oportunidad a la dignidad humana, el legislador ordenó, en el art.25.2 de la Constitución, que las penas privativas de libertad estuviesen orientadas a procurar la reeducación y reinserción social de los condenados, y que se evitase en lo posible el deterioro físico y psíquico de los presos preventivos.
La legalidad es irrenunciable, no podemos limitar por la fuerza las capacidades de nuestros conciudadanos durante espacios temporales prologados (de hasta 40 años), ni dudar sistemáticamente de su facultad personal de reiniciar la vida cotidiana con autonomía y sin delinquir. Al negarles su condición humana perdemos también la nuestra.
Luis Fernando Crespo/Alcalá de Henares (Madrid)

Ilegalizar Falange
Próximamente se manifestará en Treviño una de las varias escisiones de Falange. Se desconoce si existe alguna razón (aparte de la pura provocación), pues es improbable que estos individuos puedan atender a razón alguna. No dudo de la cercanía ideológica de Herri Batasuna y sus distintas formas electorales con los totalitarismos asesinos de ETA, así se explica la ilegalización de tales partidos.
Cabe ahora preguntarse si existe alguna duda sobre el hecho de que los partidos actuales derivados de Falange sean herederos de la Falange Española de las JONS, único partido legal y conformador del movimiento en la dictadura. ¿No deberían ser ilegalizadas todas las formaciones políticas que tengan que ver con el régimen franquista? ¿A qué viene esta doble moral? Los distintos tipos de Falange son los últimos restos del régimen, un anacronismo dictatorial que incumple la legalidad vigente, como, por ejemplo, la llamada Ley de Banderas. Seguimos igual, con miedo a los matones de toda la vida, tanto en Ordizia como en Valladolid.
Javier Lacomba /Valladolid

Contradicción o hipocresía
El cardenal Lozano Barragán ha afirmado que "el aborto no es otra cosa que matar a un ser humano y que el Estado tiene la obligación de preservar la vida". ¿Por qué la Iglesia católica no enarbola una campaña continua contra la pena de muerte, que también supone matar a un ser humano? En esa concepción de Estado que tiene el cardenal, ¿qué opinión le merece que haya países cristianos que todavía mantengan el asesinato como pena capital en sus ordenamientos jurídicos? Si tanto defiende la Iglesia la vida en su concepción original y final, oponiéndose al aborto y a la eutanasia respectivamente, ¿por qué nunca se posiciona claramente en contra de la pena de muerte?
Esta es una contradicción insalvable para la Iglesia o una más de las hipocresías a las que nos tiene acostumbrados. Critica también el cardenal la revolución sexual que ha llevado a la trivialización del sexo y a su separación del acto de la procreación, entendiéndolo como un pasatiempo pasajero. Esta concepción del sexo que el cardenal critica no es tan moderna, pues ya era practicada en antiguas culturas; pero llegó el cristianismo y la redujo a su mínima expresión. Sin embargo, mal que le pese a la jerarquía católica, el sexo es también divertido y sano. Así que lo seguiremos pasando bien.
Xavier Muñoz/Madrid

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