Cartas de los lectores

17 de marzo

Adolescentes
La sociedad española ha madurado a través de su trayectoria democrática. Sin duda, la Constitución ha marcado la pauta pedagógica para superar los años negros de la dictadura. Ante la nueva ley de interrupción del embarazo, incluso los más ilustrados hacen planteamientos con reminiscencias de la época pasada. Una adolescente de 16 años ha llegado a su nivel de educación obligatoria. Está en edad de trabajar. Puede tener relaciones sexuales consentidas y libres. Tiene derecho a una asistencia para el control de la natalidad. Si adquiere el estatus de emancipada, se puede casar. Puede ser madre soltera.
La sociedad y la familia le otorgan madurez para tener novio, relaciones sexuales, llevar, si lo desea, un control de natalidad y tomar la píldora del día después si quiere evitar un embarazo. Hasta aquí dos aspectos no están claros: que no se mencione al elemento masculino implicado y que los padres, tímidamente, observen todos estos eventos desde lejos. Los adolescentes saben las consecuencias y los padres no pueden ignorar que el sexo forma parte de su realización como seres humanos.
Ante la posibilidad de contemplar que una menor pueda decidir interrumpir su embarazo sin permiso paterno se rasgan las vestiduras y niegan este derecho a sus hijas. Si la nueva ley pretende proteger el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, no se entiende que el derecho a la sexualidad sea bien visto y no la decisión de no aceptar sus consecuencias, es decir, un embarazo no deseado. El Gobierno tiene que ser valiente y llevar la ley adelante, porque la educación de los hijos comienza nada más nacer y las sorpresas tienen más de hipocresía que de ética.
Pedro Taracena/Madrid
Los otros integristas
Algunos hemos vivido una época en la que se decía abiertamente que la sífilis era un castigo de Dios, por lo que curar a los enfermos era casi ir contra Dios, fomentar la promiscuidad y el pecado. Y todavía se emplea ese argumento contra el preservativo, que previene enfermedades como el sida y también el embarazo. Como ya casi nadie les hace caso, intentan, como última frontera, que las mujeres que tengan relaciones sexuales que ellos consideren "pecaminosas", es decir, sin la única intención de procrear, tengan como castigo que ser madres a la fuerza.
Es vergonzoso que todavía haya tantos integristas que crean que la maternidad pueda ser el justo castigo a la sexualidad. Lo que ya resulta intolerable y nos obliga a movilizarnos en defensa propia es que se empeñen en prohibirnos a la fuerza, con leyes y policías –no con razonamientos, por lo que así reconocen que no pueden convencernos– a pasar por el aro de su antinatural y nefasta ideología, que tanto daño hará también a los hijos.
María Faes/Madrid

Un auto inasumible

Después de leer el auto de los magistrados de la Audiencia Nacional Carmen Paloma González, Ángela Murillo y Juan Francisco Martel por la que absuelven de injurias contra organismos del Estado y contra el presidente del Gobierno al ex presidente de la Asociación víctimas del Terrorismo, Francisco José Alcaraz, me siento perplejo, disgustado, triste, indignado e indefenso como ciudadano, ante tamaño despropósito.
Me pregunto cómo puede salir gratuito que se insulte tan gravemente al presidente, pese a haberle acusado de ser cómplice de ETA, de preparar sus comunicados o de asumir su discurso por la negociación del proceso de paz para poner fin a violencia. Con autos como este no me extraña que la Justicia tenga una baja valoración entre los ciudadanos.
Después de alentar la teoría de la conspiración y de mentir a los españoles sobre la autoría de los atentados del 11-M, al ex presidente de la AVT le creo capaz de las mayores ignominias, por lo que no me merece ningún respeto.
Posiblemente, estos magistrados –a la hora de dictar el auto, calificando la afrenta de crítica justificada– no han tenido en cuenta que la negociación del proceso de paz fue aprobada por el Parlamento, a diferencia del anterior, propiciado por el Gobierno Aznar en 1998.
Este auto es tan grave como injusto, por lo que deberían intervenir el CGPJ y el fiscal general del Estado.
Fernando Carro/Rivas-Vaciamadrid (Madrid)

Las caras del paro
No sé si es la crisis o la edad, o las dos cosas. El caso es que el primer trimestre de este año ha sido el peor de toda mi vida profesional. La sensación que uno tiene al ver que trabaja la mitad y gana cuatro veces menos, que lo que hasta hace medio año estaba al alcance de la mano y ahora aparece como algo inalcanzable, que te tienes que conformar con comerte los mocos y poco más... Me he quedado casi ciego delante del ordenador. Me cuesta un triunfo dar una clase. Y, para colmo de males, apenas hay trabajo.
Cuando oigo en las tertulias radiofónicas esa sana inquietud por poner cara a los parados o trabajadores en situación precaria con la intención de traspasar la realidad más allá de la frialdad de los números, me siento mal. Yo y muchos conocidos míos estamos al borde de la más absoluta miseria. Nos conocemos desde hace tiempo. Durante muchos años no hemos hecho otra cosa que trabajar y salir por ahí a tomar unas cañas. Ahora, las cañas nos parecen champán francés y nos amargan el paladar.
A mí, al contrario que a los contertulios a los que me he referido antes, me resulta difícil imaginar los números del paro y la precariedad. Conozco demasiado bien sus caras y, desde luego, la mía.
Mario López Sellés/Madrid

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