Cartas de los lectores

16 de marzo

La situación de los inmigrantes
Se acepta sin rubor en nuestro país la idea de que los inmigrantes poseen una única dimensión: la de ser mano de obra que se necesita, en mayor o menor medida, dependiendo de cuál sea la exigencia del mercado de trabajo. Se les considera, exclusivamente, como un factor más de la producción, como simple mercancía que se importa cuando el abastecimiento nacional es deficitario o se les cierra la aduana cuando el mercado está saturado.
Por eso, tras unos años en los que eran necesarios para cubrir los puestos de trabajo vacantes por su baja remuneración o por sus condiciones laborales, ahora, con la llegada de la crisis, ya no los necesitamos y se impone reducir drásticamente el número de los que llegan y persuadir o perseguir a los que viven aquí para que se vayan. Recientemente, el ministro Rubalcaba se felicitaba porque en 2008 se han repatriado más inmigrantes, y a más países, que en años anteriores, y cada vez entran menos y salen más.
A estos objetivos responden claramente las recientes medidas adoptadas por el Ministerio de Interior y el de Trabajo: acoso policial al inmigrante basándose en sus rasgos físicos o color de su piel en los lugares más inesperados e insólitos, como paradas y estaciones de autobús, proximidades de colegios y servicios sociales e incluso en sus propios domicilios.
Lo más grave es que, con el más descarado cinismo, nos presentan las medidas adoptadas como el mejor proceder para la integración de los inmigrantes. Olvidan que la política migratoria no puede reducirse únicamente a una consideración utilitarista de las personas y se olvidan de reflexionar sobre las causas reales de las migraciones. El nivel de vida en los países del sur no se debe sólo a sus gobernantes.
Rafael Martínez /Motril (Granada)

Democracia adolescente
La verdad es que nuestros jóvenes lo tienen crudo para poder aceptar y creer que esto es una democracia, aunque sea joven, aunque sea en crisis de adolescencia. Porque lo tienen crudo también para poder acceder a un empleo, aunque sea bajo y precario. E incluso, para poder tener un techo bajo el que cobijarse.
No digamos para hacerse siquiera oír, si no aceptar, en sus propuestas, aunque sea de los universitarios, apoyados por gran parte de su profesorado y rectores de las universidades. Así, tras la manifestación de miles de estudiantes en la capital para reclamar una mejor reforma universitaria, han visto que lo que los titulares destacaban era la brusquedad de un joven ante la policía.
José Manuel Llera/Madrid

La amnesia histórica
Al leer la noticia de que el Estado no asumirá el coste de las exhumaciones de la Guerra Civil española, en concreto, las de los republicanos, no puedo menos que quedarme perplejo. Todo el mundo sabe que el Partido Popular no lo iba a hacer; negar la Justicia a estos muertos va con su carácter: es genéticamente hereditario, no van a tirar tierra contra su propio tejado. Pero las personas interesadas en este tipo de cuestiones esperábamos que el PSOE hiciera algo light, nunca una puñalada trapera y por la espalda, para que nadie se percate. Total, estamos más que entretenidos con la crisis, buscando trabajo o con el fútbol.
¿Cómo puede un país como España intentar juzgar a las dictaduras latinoamericanas, o los recientes ataques de Israel sobre Palestina? ¿Sufre la jerarquía política de miopía? Posiblemente sí, y a lo mejor también de doble moral... Cuándo algo sucede en el patio de mi casa, es particular, y cuándo llueve en la de los demás... decía una canción infantil.
A mí la amnesia también me afecta, como le puede pasar a miles de votantes en las próximas elecciones generales ante semejante decepción. Eso sí, de las víctimas de la banda terrorista ETA o de los atentados del 11 M –cuyo quinto aniversario se conmemoró recientemente y merecen todo el respeto– ,como tienen rendimiento electoral, sí se acuerdan.
Miguel Lirio Díaz /Ferrol (A coruña)

El porqué de la crisis
Si el desarrollo cultural, técnico y científico no tiene precedentes en la historia de la humanidad y si el planeta dispone –todavía– de recursos suficientes para los habitantes actuales, ¿por qué diablos existe la crisis y por qué el mundo entero está amedrentado ante ella?
Si aceptamos el planteamiento anterior, la respuesta es obvia. La crisis existe porque no se distribuye la riqueza con justicia. La crisis existe por un desequilibrio brutal entre la capacidad de producción, el enriquecimiento progresivo de la clase pudiente y el empobrecimiento paulatino por pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora, que se traduce en una fuerte disminución de la capacidad de consumo de esta última y en una creciente y peligrosa desigualdad social.
La crisis existe porque unos cuantos tragaldabas sin escrúpulos ni ética se comieron la ración de la mayoría. Y ahora, ahí están, sesteando en un rincón –fiscal, se entiende–, haciendo la digestión del empacho de ganancias de las dos últimas décadas. Mientras, cerca de 3,5 millones de parados viven asustados sin saber si mañana tendrán al menos un mendrugo de pan que llevarse a la boca.
Es cierto que la mayoría nos hemos comportado honradamente y, por tanto, no somos culpables de haber provocado esta absurda crisis. Sin embargo, tanto gobiernos como ciudadanos, somos culpables de no haber hecho nada para evitarla. Porque, como dijo Albert Einstein: "La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa".
Pedro Serrano/Valladolid

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