Ciudadanos

La mala educación

ANTONIO AVENDAÑO

Del mismo modo que no hay nadie de quien no pueda decirse una frase cruel sin faltar a la verdad, no hay ningún estamento implicado en la educación al que no pueda echársele con razón la culpa de los malos resultados de los escolares españoles. Ocurre con esto como con aquel guiso de lentejas en Las bicicletas son para el verano: el puchero había ido menguando a lo largo de la mañana, pero todos los miembros de la familia negaban ser los culpables de la llamativa rebaja del nivel del guiso; finalmente, uno a uno admiten avergonzados haber sacado una cucharadita de la cacerola, pero nada, una pizca, ni se notaba, vamos.

Culpas políticas no faltan: la primera, que aquí no hay forma humana de debatir en serio sobre la educación porque siempre acabamos discutiendo de la asignatura de Religión. La izquierda no está libre de culpa porque depositó su confianza en teorías pedagógicas poco contrastadas. La derecha no se escapa porque su fe en la enseñanza pública es una fe a regañadientes y lastrada por las sotanas. A los centros les faltan medios; a los profesores, vocación; a los padres, severidad; a los políticos, rigor. Y a los alumnos, ¿qué? A los alumnos les sobra morro, por supuesto.

Pero este diagnóstico es un callejón sin salida porque culpar a los otros de los males de la educación es de mala educación, y desde la mala educación no se arregla la educación. Admitir la pizca de culpa propia sería una buena manera de empezar. Pero no estamos educados para eso.

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