Ciudadanos

Dictaduras lejanas, democracias kantianas

ANTONIO AVENDAÑO

Los dictadores del mundo se dividen en varios grupos, pero los más importantes son dos. El primer grupo lo integran los que pueden ofrecer contratos por valor de 12.000 millones de euros, como Gadafi, y los que no pueden ofrecer más que calderilla. Unos y otros son igual de malvados, pero no igual de interesantes. Si sabes que un tipo puede ofrecerte un contrato así, cuando lo miras acabas viéndole un cierto aura, un prestigio, un carisma, un talento, no sé, un algo. El segundo grupo de dictaduras está formado por las que están cerca y las que están lejos. Con las lejanas solemos ponernos de un kantiano subido de lo más chic. ¿Yo reuniéndome con ese sanguinario dictador del Extremo Oriente? ¡¡¡Pero por quién me tomas, por favoooor!!!

Cuando una dictadura es pobre y queda lejos, sin problema: viva Kant. Si está lejos, pero es rica, lo mismo, viva de nuevo Kant, aunque un poquito menos. Ahora bien, si es pobre pero está cerca cerquísima, como Marruecos, ¿entonces qué hacemos? Lo que hacemos es lo que suele hacerse en estos casos: ponerle matices a la ética. Tantísimos matices que fácilmente la ética deja de serlo.
Aun así, entre ponerse chulo invadiendo Perejil y hacerse el tonto simulando que en Rabat hay democracia, es preferible lo segundo. Aunque sólo sea porque lo primero enroca a Marruecos en sí mismo, mientras que lo segundo bien podría ayudar en algo a la paz perpetua que tanto amaba Kant.

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