Con negritas

La corte empresarial de Esperanza Aguirre

En la encarnizada pelea de gallos que tiene por escenario Madrid, ESPERANZA AGUIRRE acaba de darle un nuevo picotazo a ALBERTO RUIZ GALLARDÓN. La presidenta de la Comunidad, contra el criterio explícito del Ayuntamiento, ha forzado el nombramiento de un hombre de su entera confianza, LUIS EDUARDO CORTÉS, como presidente del comité ejecutivo de Ifema, la segunda empresa de la región, a la que aporta alrededor del 1% del PIB. Sustituye en el cargo a otra persona bien relacionada con Aguirre, GERARDO DIAZ FERRÁN, que presentó su dimisión recientemente por la dificultad objetiva de compaginar ese cargo con el de presidente de CEOE, al que fue promocionado hace unos meses desde la patronal madrileña. Ruiz Gallardón esperaba que a Díaz Ferrán lo sucediera alguien consensuado entre Comunidad y Ayuntamiento; pero Aguirre se ha negado en redondo a ceder, con el consiguiente disgusto del alcalde.

Éste todavía conserva en la institución ferial a uno de sus fieles, FERMIN LUCAS, que tan importantes servicios le prestó cuando era secretario del Grupo Popular en la Asamblea de Madrid y Ruiz Gallardón tenía su despacho en la antigua Real Casa de Correos. Lucas, como director general, es el responsable directo de la gestión de Ifema. Sin embargo, la llegada de alguien tan fogueado en la empresa privada y en la Administración pública como Cortés puede limitar su libertad de maniobra, a pesar del tradicional reparto de atribuciones entre los tres grandes socios de la entidad: la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de la capital y la Cámara de Comercio.

En ese reparto, la designación del presidente del comité ejecutivo de Ifema le corresponde precisamente a la Cámara, cuyo máximo representante, SALVADOR SANTOS CAMPANO, se ha visto obligado a tragar sapos y culebras por culpa de las presiones a las que lo ha sometido el entorno de Aguirre para que sacara adelante la candidatura de Cortés. Tales presiones han estado a punto de provocar una auténtica rebelión dentro de la Cámara, muchos de cuyos vocales se resistieron a ser comparsas de la presidenta de la Comunidad hasta donde les llegaron las fuerzas. Finalmente, ella se llevó el gato al agua, a cambio de dejar bastante tocado a Santos Campano, al que en los momentos más difíciles no le han faltado ganas de arrojar la toalla.

A Esperanza Aguirre le traía sin cuidado que Santos Campano se abrasara en la operación, porque no es mujer que repare en esos pequeños detalles. Además, en el caso de que su situación hubiera sido insostenible, quien estaba llamado a tomar el relevo era el vicepresidente primero de la Cámara, MIGUEL CORSINI, más del gusto de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Corsini fue presidente de Renfe cuando el PP ocupó el poder y se dice liberal, como la propia Aguirre.

El malestar de Ruiz Gallardón trasciende a Ifema. Al alcalde le inquieta el creciente control de su rival sobre el empresariado madrileño, cuyo apoyo sería trascendental para las aspiraciones de ambos, tanto en la perspectiva de una victoria del PP en las generales como de una derrota. Por eso va a recurrir el nombramiento de Cortes, alegando incompatibilidad con su condición de presidente de la división inmobiliaria de Sacyr, el grupo liderado por LUIS DEL RIVERO.

La "lideresa", desde que accedió a la Comunidad, ha intentado borrar del mapa a los amigos de Ruiz Gallardón. Sin ir más lejos, a FERNANDO FER­NÁNDEZ TAPIAS, uno de los empresarios de cabecera del alcalde, le cerró el paso a la presidencia de la Cámara de Comercio y lo condenó a las tinieblas exteriores, por donde vaga ahora alejado de la vida pública. A otros les ha mandado recado de que con ella no se puede jugar a dos barajas.

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