Con negritas

La cada vez más compleja fusión de Iberia y Britsh

Iberia y British Airways, que tan felices se las prometían cuando el pasado 30 de julio anunciaron a los cuatro vientos su fusión, están encontrando en el camino más turbulencias de las que entonces previeron. El compromiso fue celebrado en su día por casi todo el mundo; sin embargo, el entorno ha cambiado tanto y los novios han llegado a conocerse tan bien que el matrimonio no despierta ya el mismo entusiasmo que despertaba de antes.

Dos meses y medio después de que Iberia y British Airways hicieran pública profesión de amor, la calma ha vuelto al mercado del petróleo y el precio del barril de Brent, que llegó a superar los 140 dólares, ronda ahora los 80. Las convulsiones del sistema financiero, por otra parte, han variado el peso relativo de cada una de las dos compañías, pues, aunque la capitalización bursátil ha adelgazado en ambos casos, a la británica le ha ido sin duda bastante peor.

British Airways, por si fuera poco, tiene un lastre cuya envergadura desconocía Iberia: el plan de pensiones suscrito por la aerolínea a favor de sus trabajadores, que presenta un déficit cercano a los 2.000 millones de euros, acrecentado por el desplome de los valores en los está invertido parte del dinero.

Todo ello ha animado a FERNANDO CONTE a exigir una ecuación de canje más favorable a sus intereses, del 40% para Iberia y del 60% para British Airways, frente al 20-80 del que se habló inicialmente. Cuenta para ello con el respaldo de MIGUEL BLESA, presidente de Caja Madrid, que es su principal accionista, y con el de ESPERANZA AGUIRRE, a quien un buen acuerdo le ayudaría a consolidar el aeropuerto de Barajas, principal motor de la economía regional.

Los británicos son reacios a ceder ni un solo palmo de terreno y están oponiendo serias reticencias también a otra de las exigencias que Iberia ha colocado sobre la mesa en las últimas semanas: que el consejo del futuro holding sea paritario.

Quizás no hubiera en esto mayor problema si los administradores fuesen independientes, sin intereses directos en el capital, según manda la tradición anglosajona. Pero Iberia prefiere, como es común en España, que los accionistas más significados se involucren en la gestión y tengan en el máximo órgano de gobierno del nuevo grupo los asientos que por su participación les corresponda.  

Culturas antagónicas

Los socios más importantes de British Airways son Invesco, Standard Life, Barclays, Axa y Legal & General, y ninguno de ellos está representando en el consejo. La situación en Iberia es completamente distinta: su accionista de referencia, Caja Madrid (22,9%), ocupa tres puestos y El Corte Inglés (3,37%), por ejemplo, uno. Se trata, por tanto, de dos culturas antagónicas que es necesario congeniar, aunque no resultará fácil, porque hay demasiados intereses en juego.

Una tentación demasiado fuerte

Caja Madrid, además, tiene muchas papeletas para llegar a la fusión como socio número uno del grupo, después de que Invesco haya reducido posiciones en British Airways. Según las últimas informaciones conocidas, ese reputado gestor de inversiones, que maneja más de 470.000 millones de dólares de sus clientes en todo el mundo, posee un 10,95% de la aerolínea británica, lo cual equivale al 7,3% de la futura sociedad, porcentaje inferior al de Caja Madrid, que actualmente tiene un 7,70%.

A por todas

Esta circunstancia abre la posibilidad de que Caja Madrid figure como la entidad con mayor relevancia, no solo en el capital sino también en la gestión de la tercera mayor aerolínea del mundo. De ahí que se haya planteado la negociación con British Airways a cara de perro, y de ahí también los inequívocos mensajes que lleva tiempo mandándoles a los directivos de Iberia, tanto en público y como en privado, para que les aprieten cuanto puedan las tuercas a los británicos.

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