Con negritas

El peligro de picar demasiado alto

Desde que hace un año pilotó la compra de Ferrovial Inmobiliaria por Habitat, BRUNO FIGUERAS no levanta cabeza. Aquella adquisición, saludada como muestra del resplandor de una estrella empresarial emergente, ha resultado un fiasco. No es frecuente que el pez chico se coma al grande porque se le puede indigestar, y la regla ha vuelto a cumplirse en este caso.

Los 1.745 millones que Habitat tuvo que pedir entonces son una losa cuyo peso le resulta imposible de soportar, sobre todo con un mercado que está en franca recesión. Así se lo expuso Figueras el mes pasado a sus atónitos acreedores, que esperaban sacar buenos rendimientos de una operación que, a la postre, puede ser ruinosa también para ellos.

A los más enfangados (La Caixa, Sabadell, Popular, Caja Madrid, Santander, Banesto, Caixa Catalunya y el Institut Catalá de Finances), la propuesta de convertir parte de la deuda en créditos participativos les olió a cuerno quemado. Hasta el punto de que la reunión prevista esta misma semana tuvo que suspenderse porque las posibilidades de sellar un acuerdo eran prácticamente nulas.

Por si fuera poco, los pequeños accionistas de Habitat tienen la mosca detrás de la oreja. El abogado EMILIO CUATRECASES, DOLORES ORTEGA, sobrina del dueño de Inditex, así como las familias RODÉS (Media Planning), CASTRO (Hesperia) y ANDIC (Mango) fueron invitados a participar en lo que se antojaba un negocio seguro y ahora no salen de su asombro ante la posibilidad de perder la inversión que hicieron.

La mayoría de ellos le han exigido a Figueras que, en la junta extraordinaria convocada para el día 27, ofrezca pelos y señales de cómo ha gestionado su dinero. Él ya ha entregado en bandeja de plata la cabeza del consejero delegado de Habitat, FERNANDO CIRERA. Pero los minoritarios, que se jugaron del orden de seis millones por barba y es gente poco acostumbrada a este tipo de reveses, quieren una satisfacción mayor.

Moverle la silla a Figueras no es fácil, pues controla, junto con JOSEP SUÑOL, el 55% de la compañía. Pero pueden poner en un aprieto a los DEL PINO, propietarios de otro 20%, y a quienes algunos acusan ya abiertamente de no haber jugado limpio. Lo que parece harto improbable es que aquel ramillete de apellidos ilustres vuelva a rascarse el bolsillo, como los bancos reclaman.

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