Con negritas

Un blindaje con efectividad limitada

La nueva sacudida de CÉSAR ALIERTA al organigrama de Telefónica ha acabado con uno de los últimos vestigios de la época de VILLALONGA: el portugués ANTONIO VIANA-BAPTIS­TA, que ha renunciado a su condición de responsable de Telefónica España, disconforme con el nombramiento de JULIO LINARES co­mo consejero delegado del grupo, puesto que él codiciaba. Para sucederlo, Alierta ha dejado que corra el escalafón y ha optado por su segundo de a bordo, GUILLERMO ANSALDO, lo que apenas ha servido para atenuar la sorpresa de quienes no esperaban ese cambio.

Aunque los movimientos en la cúpula de Telefónica tienen una indudable importancia objetiva, siendo como es la mayor empresa española y la primera del mundo en su sector por volumen de beneficios, lo que más ha llamado la atención es la entrada simultánea en el consejo de administración de dos personas con un claro perfil político: JAVIER DE PAZ y MANUEL PIZARRRO. El primero de ellos, presidente de Mercasa, es un socialista militante, que forma parte del círculo de amistades de ZAPATERO. El segundo, que se batió el cobre contra el Gobierno cuando Gas Natural quiso tomar al asalto Endesa, nunca ha ocultado sus buenas relaciones con AZNAR, del que fue consejero y propagandista económico.

Esta doble paletada de Alierta (una de cal y otra de arena) ha sido interpretada como fruto de su deseo de congraciarse con los dos grandes partidos a menos de tres meses de las elecciones generales, que a día de hoy no tienen un ganador claro. Sin embargo, al menos aparentemente, no necesitaba hacerlo, porque el PP fue el que lo puso al frente de Telefónica y con el PSOE ha sabido nadar y guardar la ropa.

En cualquier caso, el fichaje de consejeros procedentes de la política y sus aledaños no constituye ninguna novedad. Uno de los más sonados tuvo como protagonista a MARIO CONDE, que en 1987, recién llegado a Banesto y para escándalo de las viejas familias, reclutó de una tacada a tres (JUAN BELLOSO, PAULINA BEATO y ANTONIO TORRERO) de conocida afinidad con ALFONSO GUERRA, entonces en la cima del poder.

La audacia le valió a Conde más de una primera página. Pero, cuando vinieron mal dadas, la influencia de los tres socialistas que tenía a sueldo no bastaron para evitar que el Banco de España lo echara a patadas.

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