Cuarto y mitad

De farol

De farol no solo fueron los líderes del procés, según declaración de Clara Ponsatí y las evidencias que luego se desvelaron. Todos vamos un poco de farol, porque hasta que no nos encontramos con el agua al cuello no solemos reconocer que nos estamos ahogando. A pesar de la información científica avasalladora que por lo visto existía sobre la posible eclosión de pandemias, los avisos de expertos epidemiólogos que alertaban de que algo de esto podría ocurrir; a pesar de todas esas poses según las cuales todo el mundo sabía que se iba a desencadenar una catástrofe, la verdad pura y dura es que nadie se lo cree hasta que no estalla en sus narices, gobiernos y ciudadanía. Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación declaraba hace poco: "No teníamos un plan de qué hacer ante una pandemia". Nadie lo tenía por la sencilla razón de que nadie cree que pueda ocurrir hasta que ocurre.

Todavía estaríamos escuchando las críticas, las descalificaciones, las broncas de muchos y muchas –entre quienes me contaría – si el gobierno hubiera decidido por ejemplo suspender la manifestación del 8 de marzo.  O si hubiera tomado iniciativas sobre el confinamiento antes de que fuese evidente su necesidad. ¿Alguien una semana antes de tomar la decisión hubiera aceptado sin rechistar que se declarara el estado de alarma? ¿Qué se impusiera el llamado "distanciamiento social"? ¿Que se cerraran bares y establecimientos públicos, se suspendieran celebraciones o se limitara el aforo de los locales?  La bronca al gobierno –a todos los gobiernos del mundo mundial– hubiera sido tan monumental que aún resonaría. ¿Ya nadie recuerda lo extemporáneo y exagerado que fue considerado que se suspendiera el World Mobile Congress?

A toro pasado todo el mundo sabe que se cometieron errores, lo que habría que haber hecho, el porqué se tardó tanto en tomar decisiones, pero la ciudadanía hubiera sido la primera en poner el grito en el cielo si se hubiera limitado la movilidad: que si agoreros, que no hay para tanto, que si la libertad individual, que si el gobierno es autoritario, que si invade competencias autonómicas. Siempre pasa igual: Se cae un puente, que hay que ver que no se previó; que se hunde un edificio, que por qué no se hizo una inspección; que hay una nevada o unas fuertes lluvias, que qué poca previsión. Los humanos somos así, todos vamos de farol:  adelantarnos a los acontecimientos y prevenirlos no está en nuestra naturaleza. Salvo los independentistas catalanes, que siempre saben con certeza que con la independencia todo hubiera ido mejor.

¿Que de esta vamos a sacar un aprendizaje para el futuro? Eso está por ver. Los expertos dicen hace tiempo que el sistema en el que vivimos no es sostenible, que el planeta agoniza, que el cambio climático es irreversible, que en cincuenta años el mundo colapsará. ¿Y alguien se lo toma en serio? ¿Estamos dispuestos a reducir el consumo? ¿A no viajar? ¿A producir menos residuos? ¿A gastar menos agua?  ¿A renunciar a las comodidades? ¿A comprar productos de proximidad?  Quien crea que es posible cambiar el rumbo del mundo sin que afecte a nuestro sistema de vida o es un cínico o es más falso que Judas. (Y espero que Judas o sus seguidores no se ofendan por la comparación).

Más honestidad y menos ir de farol; un poco más de autocrítica por parte de todos no estaría mal.

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