Cuarto y mitad

Criaturas sin madres, madres sin criaturas

Es lo que tiene cuando encargas que te paran una criatura a 3000 kilómetros de distancia, que cualquier impedimento dificulta enormemente ir a recoger el paquete. Sería para reírse si no fuera porque es un drama que afecta, principalmente, a las criaturas confinadas en Kiev, y en segundo lugar a las mujeres que los parieron. Un centenar de criaturas sin madres. Cien madres sin criaturas. En todas las noticias que aparecen sobre los bebés bloqueados en Ucrania a causa del coronavirus ni se menciona a las mujeres que los han parido. Como si no existieran.

Pero hay que recordar, por si alguien lo ha olvidado, que todos esos bebés no han venido al mundo debajo de una col, ni los ha depositado en sus cunas una cigüeña que se ha perdido en su camino desde París. No.  Todas esas criaturas han sido paridas por mujeres de verdad que han alquilado sus vientres a parejas pudientes que, por diferentes razones, no pueden concebir por medios convencionales.

Claro que los que han encargado esas criaturas, e incluso puede que también las mujeres que las han parido, digan que lo han hecho por solidaridad, por altruismo, por amor al prójimo, por hacer un favor a personas cuyo mayor deseo era tener descendencia biológica, que qué mal hay en que una persona que no puede ser madre y/o padre pueda elegir por catálogo el recipiente que te lo incube.

Pero son mujeres  reales las que han tenido que soportar las molestias de un embarazo y un parto, mentalizado para no establecer ningún vínculo emocional con el bebé que llevan en su interior, padecido los imprevistos que hayan podido presentarse, sometido a las cláusulas de un contrato que las priva de todo derecho de retractación y a todas las restricciones que la agencia intermediaria haya tenido a bien estipular.

Esta situación es una más de las consecuencias, no de los avances médicos  –pues esta práctica no es una técnica reproductiva más– sino de la devaluación de todo lo que tiene que ver con el cuerpo femenino y sus procesos.  Durante siglos parir te convertía en madre, aunque dieras al bebé en adopción o lo abandonaras en la inclusa.  El neoliberalismo con su mantra de la libertad individual, el capitalismo más salvaje en connivencia con las derivas teóricas posmodernas han conseguido disociar totalmente el proceso biológico de la maternidad de su significación social.  Gestar se ha convertido en una ocupación como otra cualquiera en la que el cuerpo de las mujeres se ha transmutado en lugar de trabajo por decisión personal ¿Les suena?

Esas criaturas varadas en Kiev, sin madres; esas mujeres que han parido, sin hijos, y esas  parejas esperando que la pandemia les permita recoger el producto de una operación mercantil es la última frontera que una sociedad que respetase a las mujeres nunca debería cruzar.

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