Punto de Fisión

Gallardón True Minister

Cuando todo el mundo de la cultura se queja de la subida brutal del IVA y del esplendor wertiano del analfabetismo, Gallardón echa una mano a un cineasta en ciernes y nadie se lo agradece. Manuel Arbesú González, guardia civil y director de cine aficionado, fue detenido, juzgado y condenado por un documental que filmó con su teléfono móvil en junio de 2011. El documental consistía en el intento de violación de una mujer que iba a tomar el tren de Gijón a Oviedo: el actor principal, amigo del cineasta, empezó a piropear galantemente a la mujer siguiendo el guión improvisado de la película ("Póngote mirando a Cuenca", lo más fino que le decía, era el título del documental) y luego ya la empezó a meter mano mientras Arbesú, cámara en mano, lo iba filmando todo muerto de la risa. Un espontáneo, que tampoco entendía nada de cine, quiso ayudar a la mujer y lógicamente se llevó unas cuantas hostias por meterse donde no le llamaban.

Que el documental se rodara en Gijón, lugar donde se celebra el festival de novela negra más añejo del continente europeo, y que Arbesú subrayara cada ocurrencia del agresor (desde magreos hasta puñetazos) con fuertes carcajadas debían de ser suficiente aviso al espectador para advertirle del aspecto esencialmente cómico del asunto. Arbesú estaba haciendo un remake de Torrente, el brazo tonto de la ley sólo que en versión verde oliva, con toques de snuff movie, con un guardia civil de verdad, un violador auténtico y dos víctimas que salieron de la película bien jodidas. Sin embargo, el juez no entendió nada y en vez de darle un Goya a Arbesú le concedió una condena de seis meses de inhabilitación. La defensa pedía una medalla al mérito policial a medias con la Virgen del Rocío.

Afortunadamente, True Minister ha salido en defensa de este cogollito de Tudela, proporcionándole un indulto y la vuelta a la impunidad y al uniforme, para que pueda seguir riéndose a dos carrillos y rodando cortos que pongan los pelos de punta a los espectadores y patas arriba el anquilosado panorama del cine patrio. Para los que no se expliquen todavía la levedad de la sentencia y lo repentino del indulto, habrá que señalar que, aparte del uniforme, el cineasta benemérito venía muy bien recomendado: es hijo de José Manuel Arbesú Santamaría, concejal en Lena del PP. Esto va como esos giros finales de folletín: al final a Manuel Arbesú le van a dar dos medallas, una por guardia y otra por civil.

Gallardón ha demostrado en numerosas ocasiones su amor por el séptimo arte, muy especialmente en el cameo que hizo en una de las últimas películas de Garci, donde interpretaba a su tío abuelo Albéniz disfrazado de profesor Bacterio. Garci le tapizó la cara con una inmensa barba postiza de talibán para despistar y que el público estuviera atento a cómo Sherlock Holmes y Watson deambulaban entre vendedores de barquillos, pero aun así un respingo sacudía al público de las salas de cine cuando descubrían al ministro agazapado tras su parapeto capilar. "¡Ahí está, ahí lo tienes, Sherlock!" gritaban desde la platea, igual que cuando en los seriales antiguos aparecía Christopher Lee vestido de Fu Manchú. La película de Garci no es ni mucho menos tan realista ni tan rompedora como la snuff movie de Arbesú pero contiene una línea de diálogo que resume muy bien el ministerio de Gallardón: "La población femenina está aterrorizada". Es una frase premonitoria que, no obstante, se queda corta: la masculina también. Con las sucesivas liberaciones de narcos, violadores, ladrones, estafadores y homicidas al volante, lo más que le podría caer a Jack el Destripador en la España mariana es un tirón de orejas por provocar abortos fuera de plazo y un indulto con todas las de la ley.

 

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