Punto de Fisión

El obispo les desea feliz aquelarre

El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha felicitado las fiestas a sus feligreses una vez más deseando amor e incluso deseando sexo. Sexo productivo, se entiende. El sexo es algo que preocupa sobremanera a los obispos, algunos ni siquiera pueden quitárselo de la cabeza. Por eso, en su pastoral navideña, Demetrio ha cargado contra la fecundación in vitro, la ha calificado de "aquelarre químico de laboratorio" y ha instado a los padres a abrazarse mucho y a los hijos a nacer del "abrazo amoroso de los padres". El abrazo no está mal para empezar pero de ahí difícilmente iba a nacer un niño, aunque conviene no olvidar los manuales de obstetricia tan extraños que maneja esta gente.

"Todo tipo de fecundación artificial rompe la armonía de la creación" ha explicado el obispo, sin caer en la cuenta de que la concepción de Jesús, tal y como se relata en sus libros sagrados, muy natural no parece. Creativa, sí, mucho. A la fecundación in vitro, aquelarre químico e invento de Satanás, se opone la fecundación avícola, la inseminación a base de palomas y espíritu santo. Sin embargo, a estas alturas del partido, es del domino público que el dogma de la virginidad de la Virgen María proviene de un error de traducción del hebreo al griego. En el original hebreo la palabra con que se refieren a María es "ha-almah" que se traduce por "joven" o "muchacha", pero al traductor griego le pareció poca cosa y prefirió escribir "parthenos", que significa "virgen" o "doncella". Como la palabra hebrea correspondiente a virgen, "bethulah", no aparece ni una sola vez en el texto original, resulta que la iglesia lleva ya dos milenios arrastrando un aquelarre filológico.

No es la primera vez, ni será la última, que esta eminencia eclesiástica se mete en casulla de once varas. En las navidades de 2011 montó el belén con el anuncio de que la UNESCO tiene un plan para convertir en homosexual a la mitad de la población mundial. No van a hacerlo a base de palomas. Según el obispo Fernández se trataba de una estrategia a corto plazo: en unos veinte años, gracias a lavados de cerebro que vayan inculcando la ideología de género, el mundo habría alcanzado la paridad total: mitad homosexuales, mitad heterosexuales. Da miedo pensarlo porque a la iglesia le llevó mucho más tiempo convertir a la mitad de la población del planeta en cristianos, lo que, bien mirado, resulta mucho más difícil.

Hace tres años, sin cortarse un pelo, equiparó en una de sus pastorales navideñas el asesinato de dos niños cordobeses, Ruth y José, con un aborto. En esto se demostró seguidor acérrimo de Philip K. Dick, quien en uno de sus escalofriantes relatos, Las prepersonas, imaginaba una sociedad donde la fecha de interrupción del embarazo se ampliaba hasta después del parto, en concreto, a los doce años, que es aproximadamente la edad en que una mente adquiere la capacidad de comprender el álgebra. Algunos ni a los doce ni a los sesenta y tres. Menudo ejemplo de espíritu navideño decirle a un niño fruto del amor que es hijo de un aquelarre sólo porque la medicina le ha ayudado a venir al mundo.

 

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