De lunes

Lotes de vergüenza tirados

Regresan los hijos del extranjero, tras las primeras semanas de campamentos. Salen por las correderas del aeropuerto con una bandera de España en la muñeca, una gorra con la enseña nacional, o una "¡soy español"! estampado en la camiseta. Es el momento en que el padre o la madre -viejos progres- dan un paso atrás y algo les cruje en el estómago. Son sólo unos segundos.¿Qué le han hecho a mi criatura?.

Hasta que los abrazan y los chavales confirman que no han cambiado, que lo han pasado de p.m. (siglas de lo que ustedes piensan) y que han sido felices fardando de españoles ante los ingleses, los franceses, los rusos, los alemanes, los chinos...Todo gracias a un grupo de futbolistas un poco más mayores que los hijos.Gente sin el lastre de las imágenes negras del pasado, sin tener ni idea de lo que era pasar los Pirineos en los años 60, acoquinados por el aspecto de retrógrados que creíamos aparentar.

La chica mayor, que es más lista y sutil, rápidamente se da cuenta de a qué se debe la perplejidad de sus viejos. "Vamos, papá, deja que te ponga la bandera en la muñeca. Venga, que te ayudo a hacer terapia. Repite conmigo: soy español, español, español. Anda mami, que es un farde". Los progenitores echan un vistazo. Afortunadamente, van camino del parking y no hay nadie conocido a la vista. Y entonces, en el mismo paso de cebra, la madre se arranca, cantando el "soy español, español, español", con un hijo a cada lado. Y el pater familias les corea, como ha hecho en casa durante el Mundial.

En el paso de cebra quedan tirados unos lotes de vergüenza y prejuicios.

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