Dentro del laberinto

Raíces

Hacia dónde mira España? Da la espalda a África, se olvida que al otro lado de la frontera se encuentra Portugal, y sin embargo no se esfuerza por comprender los hábitos y los usos europeos, no conoce lenguas extranjeras ni se afana por acercarse a otros países mediterráneos. Desconoce con olímpico desinterés Oriente, aunque sea un Oriente tan próximo como Rusia o tan abrumador como China, y no sabe una palabra sobre los países nórdicos. Se olvida de que una vez poseyó Latinoamérica y las referencias a Australia son las que se hacen a los antípodas.

Los mitos españoles no han sabido modernizarse: no han traspasado fronteras, no han atraído como deberían. Sólo tenemos al loco Quijote. El Cid y los Reyes Católicos se emplearon hasta la saciedad en otros tiempos, y nadie desea desempolvarlos. No se intenta resucitar a los reyes, ni a los héroes: y los personajes locales no han calado: convertir a Curro Jiménez en Robin Hood exigía algo más que el aderezo pintoresco. Fue Merimée quien inventó a Carmen, y Hemingway quien convirtió Pamplona en un referente. El resto ha sido silencio, chapuza y olvido.

Se mire hacia donde se mire, se combina el orgullo de pertenencia a una patria que cada vez se hace más chica, y la complacencia, en los errores que esa misma patria se ha empeñado en convertir en congénitos. La vergüenza de sentirse inferiores a Europa se compensa con la superioridad hacia Latinoamérica y con el sentimiento de culpa. En la culpa se haya el castigo, que se acepta como algo inevitable, algo en lo que la culpa no cuenta como un factor a remediar.

Demasiadas lenguas, demasiadas peculiaridades, demasiados intereses enfrentados como para trabajar en un proyecto común. Demasiada ambición y poca responsabilidad. Las ventajas y diferencias de este país no están siendo utilizadas no ya a su favor, sino ni siquiera de manera conjunta. El problema no es la miopía, y no puede curarse con lentes. El problema, de difícil cura sin una operación eficaz, es el estrabismo.

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