Desde lejos

Abandono

Veo en televisión a un matrimonio que me produce una gran compasión: su hijo padece una enfermedad mental grave. A menudo se autolesiona y agrede a sus padres. Ellos temen que un día llegue más lejos. Pero ninguna institución pública está dispuesta a hacerse cargo de esa criatura peligrosa para sí misma y para los demás. No es nada nuevo: miles de familias viven en España en esa situación. Y miles de enfermos mentales, a los que sus familias ya no logran cuidar, andan abandonados por las calles, convertidos en indigentes.

Fue en los años ochenta cuando se cerraron los hospitales psiquiátricos en España. Un nuevo concepto de la psiquiatría, teóricamente más "progresista", avaló esa decisión amparándose en la idea de que los pacientes debían vivir integrados en la sociedad. Hermosa idea, desde luego, pero no siempre realizable: para poder integrarse, el enfermo necesita casi siempre tratamiento farmacológico y terapia, algo que muchos rechazan. Y las familias se ven a menudo incapaces de obligarles y viven con el temor constante a que se produzca un desastre.
Es cierto que durante siglos los llamados manicomios fueron auténticos infiernos y que se cometieron innumerables abusos del internamiento. Pero entre ese maltrato y el abandono actual tiene que haber un término medio y justo. Interesadamente, la mayor parte de las administraciones se agarró al concepto de la integración para eludir un problema que afecta a muchísimos ciudadanos, enfermos y familiares, dejándolos totalmente indefensos. Algún día alguien tendrá que plantarle cara a ese problema. Y, como en todo, cuanto antes sea, mejor.

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