Dominio público

Es posible la discordia (otra vez)

Ana Pardo de Vera

El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, haciendo una peineta en las Cortes tras una intervención.- EFE
El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, haciendo una peineta en las Cortes.

En su libro Fue posible la concordia (Espasa, 1996), Adolfo Suárez recopila su producción discursiva en el Parlamento, en la televisión o en comparecencias ante la prensa con la coordinación del escritor, periodista y profesor Abel Hernández. Nada hay en esas páginas que no conozcamos, pero el recopilatorio es indicativo de cómo se fue moviendo una Transición de la dictadura a la democracia manejada por las elites franquistas, aun con un Suárez rebelde de aquella manera -así lo echaron a cajas destempladas del rey abajo, todos-. El hecho, no obstante, de que hubiera una Transición fue una victoria de la sociedad española y la presión cada vez mayor en las calles, porque si por esos franquistas fuera, estaríamos ... como quieren que volvamos a estar en Castilla y León, por ejemplo.

Una de las frases favoritas de los dirigentes del PP a los que desagradan los pactos con Vox en las comunidades autónomas (habelos hailos, aunque no pasen de torcer el gesto en privado) es que su partido, el liderado por el moderado Alberto Núñez Feijóo, va a frenar a esa formación fascista que los acompaña en el poder, pero que "no tiene poder real". Supongo que estos ilustres se refieren a la Junta castellano y leonesa presidida por Alfonso Fernández Mañueco, donde Vox, pese a tener una Vicepresidencia sin competencias, ocupada por el nunca bien valorado Juan García-Gallardo, se ha impuesto con todo su franquismo a cuestas para aprobar conjuntamente con el PP una presunta Ley de Concordia de Castilla y León. El expresidente Suárez, que descansa en una tumba bajo el epitafio "La concordia fue posible", debería revolverse bajo tierra, al menos, por la que le liaron los suyos y Juan Carlos emérito a cuenta de algunas de sus propuestas: "Adónde vas, Alfonsito, que te pasas de demócrata ...".

Nunca un término como "concordia" fue tan vapuleado como en las Cortes de Castilla y León, como por su Ejecutivo de ultraderecha desde el primero al último de sus integrantes. El expresidente autonómico Juan Vicente Herrera, al que los suyos le van a derogar el actual Decreto de Memoria Histórica y Democrática que aprobara durante su último gobierno, debe de sentirse un poco como Adolfo Suárez frente a Juan Carlos de Borbón cuando el golpe de Estado del 23-F.

En un texto miserable, PP y Vox abarcan desde la Segunda República hasta el franquismo ... sin condenar a Franco y dejando asentado que el detonante de la Guerra Civil fue la etapa republicana, no un golpe militar fascista contra una democracia. "No hay que buscar al gato más pies de los que tiene", ha dicho el portavoz del PP, Raúl de la Hoz, cuando le preguntaron lo más elemental: por qué no hay condena al franquismo en esa ley. Dos años hace que PP y Vox alcanzaron un acuerdo de gobierno en Castilla y León y en esos dos años, han vomitado esta ley antidemocratica, que pervierte la historia de España, insulta a las víctimas y a sus familias y presenta a España ante el mundo como un monigote más del fascismo, cada vez más adherido en las instituciones de los países europeos y EE.UU. en forma de trumpismo.


La norma regurcitada por los neofranquistas es solo la gota que colma el vaso de comportamientos inadmisibles en una democracia; a finales de febrero, por ejemplo, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica anunció que denunciaría a la Junta por la protección institucional de la Pirámide de los Italianos, el monumento fascista de la provincia de Burgos que ensalza a los soldados enviados por Mussolini a España. Y así, muchos comportamientos de igual calaña que van haciéndose normales en el día a día: censura, machismo, declaraciones racistas y xenófobas, ... Como insistimos siempre quienes conocemos bien a esta gente, el problema no es Vox, sino el PP que quiere hacerse con sus votantes comportándose como la ultraderecha, aceptando a Franco como animal de compañía y dando una patada en el culo a los principios más básicos de la democracia. Todo vale para recuperar el poder. Y esto no es solo el principio, porque el principio empezó hace años: es la constatación de que se sienten impunes porque nunca han sido juzgados y solo fueron cuestionados con la boquita pequeña desde las poltronas. Del rey abajo.

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