EconoNuestra

Las recetas del FMI: ¡Más madera!

Fernando Luengo
Profesor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del colectivo EconoNuestra

Tras varios años de ajuste salarial durísimo, sin precedentes en la reciente historia de nuestro país, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha descolgado con un nuevo informe. ¿Cuál es la "recomendación" de este organismo? La de siempre, la que lleva predicando e imponiendo desde hace décadas: reducir los salarios.

Transitar el mismo camino, una y mil veces si es necesario. ¿Qué importa que los resultados obtenidos por los gobiernos comprometidos con las políticas de "devaluación interna" y por la troika hayan cosechado un rotundo fracaso?: pérdida masiva de puestos de trabajo, altos niveles de desempleo y debilidad de la actividad inversora, y como consecuencia de todo ello estancamiento o mínimo e insuficiente crecimiento económico.

Para valorar la nueva (vieja) propuesta del FMI y sopesar las consecuencias de seguir por idéntica senda, no está de más recordar lo sucedido en los últimos años (toda la información está tomada de la Oficina Estadística de la Unión Europea y se refiere al periodo comprendido entre 2009 y 2013; para este último ejercicio, los datos son estimaciones).

Entre esos dos años, el indicador de compensación nominal por empleado en la economía española habrá aumentado en algo menos del 2%. El crecimiento será algo inferior en Portugal, mientras que en Grecia el retroceso acumulado en ese periodo será del 16%. Si presentamos ese mismo indicador en términos reales, es decir descontando el crecimiento de los precios, los datos son todavía más llamativos y contundentes: la pérdida de capacidad adquisitiva en la economía española habrá sido del 7%, del 6% en Portugal y del 22% en Grecia.

Téngase en cuenta que, por definición, los indicadores promedio compensan y ocultan las posiciones extremas. Importante precisión, pues en estos últimos años ha continuado abriéndose la tijera salarial (forman parte de la categoría salario los ingresos recibidos por los trabajadores menos cualificados, que se encuentran en los segmentos más precarios del mercado laboral, y las retribuciones de los altos directivos y ejecutivos de las firmas). No hay duda, desde esta perspectiva, que, si excluimos aquellos grupos que detentan posiciones de privilegio en las empresas, la degradación salarial será todavía más pronunciada, tanto en lo que concierne a los salarios nominales como a los reales.

Al mismo tiempo, ha proseguido la destrucción de puestos de trabajo. Entre 2009 y 2013 en la economía española se habrán destruido más de 2 millones de puestos de trabajo (cantidad que supone algo más del 11% del empleo inicial); en Portugal se habrá superado la cifra de 500.000 (11% de los que existían en 2009); en Grecia habrán desaparecido más de 900.000 (un 19%). Con estos registros, los datos de desempleo se han disparado al alza. En España el número de personas desempleadas habrá crecido en más de dos millones de personas, Portugal superará las 800.000 y Grecia se acercará a las 400.000. En términos porcentuales, en nuestra economía la tasa de desempleo alcanzará en 2013 el 27% (9 puntos porcentuales más que en 2009); esa tasa se situará en Portugal en el 18% (8 puntos por encima del umbral alcanzado en 2009); y en Grecia en el 27% (casi 18 puntos más que en ese año).

El resultado de la congelación o caída de los salarios, más la destrucción de puestos de trabajo, significa que los salarios han perdido peso en el ingreso nacional. En España esa ratio transitará desde el 58%, en 2009 al 52%, en 2013; en Portugal, desde el 60% al 55%; y en Grecia, desde el 56% al 48%.

¿Ninguna lección que extraer de esta deriva? ¿Ninguna responsabilidad de las políticas económicas aplicadas? Parece que no. Escandaliza que con este balance se postulen las mismas recetas, atemporales e indestructibles, cuya perseverancia sólo se puede explicar por la carga ideológica de quien las formula y por los intereses – inconfesables, aunque cada vez más evidentes- que defienden. Al fin y al cabo, sí están consiguiendo uno de los objetivos que se proponían: hacer que los trabajadores paguen la crisis. Ni más, ni menos.

 

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