El desconcierto

La socialización del miedo

La socialización del miedo
Josep Borrell, Alto representante de la UE en Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad habla con el presidente del Consejo de la Unión Europea, Charles Michel, y el presidente español Pedro Sánchez en el segundo día de la cumbre europea en Versalles.- Dario Pignatelli / EU Council / dpa

Estamos ante la mayor paradoja de un gobierno socialdemócrata. En vez de distribuir la riqueza nacional, distribuye el miedo. Más miedo que ayer pero mucho menos  que mañana.  Todavía no se ven las iglesias repletas de gente rezando ante el temor de que pueda estallar la tercera guerra mundial, como en octubre de 1962, cuando los misiles instalados por los rusos en Cuba, pero hoy se extiende un amplio desasosiego  ciudadano por el posible choque nuclear de dos grandes potencias a propósito de la potencial instalación de la OTAN en Ucrania. Si existe un denominador común en la sociedad española, que afecte tanto a los poderosos como a los ciudadanos de a pie, se llama miedo.

Borrel y Botín, tanto monta, monta tanto, lo reflejan muy bien cuando piden a los españoles que rebajen un grado su calefacción, se entiende de aquellos que aún la pueden pagar. Esta propuesta disparatada, más bien propia de un portero de una comunidad de vecinos que de un político o una  banquera,  refleja que el entusiasmo por la guerra contra el invasor ruso va acompañada de un creciente temor por sus repercusiones sociales. Ambos saben bien que al calor de las consecuencias de una guerra inacabable comienza a gestarse un 15–M de magnitud desconocida. La interrogante de la Moncloa es  pertinente: ¿durante cuánto tiempo puede soportar la sociedad española el coste de una guerra?

Si desde Vox a Podemos funciona una idéntica política de unidad nacional contra la agresión rusa, basada en las sanciones económicas a Moscú, no queda hoy ninguna fuerza política que pueda encauzar la protesta social derivada de sus graves efectos económicos sociales. Sobre todo, cuando una de ellas, Vox, juega a tener un pie en el sistema institucional y otro fuera de él con la convocatoria de manifestación por la situación social del próximo 19 de marzo.  Por no hablar del beneficio que puede sacar Santiago Abascal de la nueva política de inmigración: papeles para los ucranianos tanto como palos para los subsaharianos, como los que reciben en Melilla, en línea con los postulados de Vox. Es decir, se les denuncia mientras se practica la política denunciada.

Pero donde el miedo se convierte en angustia es en Melilla y Ceuta, que en los últimos quince días han vivido tres asaltos violentos subsaharianos en los muros de Beni Enzar y Farhana ante la  impasibilidad de los marroquíes. Para nadie es un secreto que Mohamed VI calcula presionar con un movimiento a lo Putin con la clara intencionalidad de obtener hoy el pleno reconocimiento político de la soberanía del régimen alauita en el Sáhara a cambio del status quo político en las dos ciudades norteafricanas. Si así sucediera, España no  podría recurrir al artículo V de la OTAN, puesto que esa parte de España no está bajo el paraguas estadounidense pese a que Argelia, cuando estaba ocupada por Francia, sí estaba bajo cubierta. En cambio sí lo está la colonia inglesa de Gibraltar en territorio español. Dicho de otro modo, ni podemos defender las dos ciudades autónomas, ni podemos recuperar Gibraltar.

Cuando tenía por delante dos años de legislatura prometedores, con ese maná caído del cielo europeo que son los 140.000 millones de euros, la geopolítica se ha cruzado en el camino de Sánchez tanto en el centro de Europa como en el norte de África. Al ser imposible la neutralidad, mantenida durante más de un siglo por España, dado que el pueblo español votó en 1986 por la OTAN,  la Moncloa se ve afectada por los vericuetos de las luchas de las grandes potencias que reducen considerablemente su margen de autonomía. Dos años tardaron los rusos en castigar el aventurerismo de Kruschev al colocar misiles en Cuba, fue destituido en 1964; dos años faltan  también para que los estadounidenses premien o castiguen en las elecciones la política ucraniana de Biden bastante controvertida en los Estados Unidos. Mientras tanto, le toca a Sánchez torear fuera y dentro de España, salvo que el estallido de la inminente crisis en Taiwán entre China y los Estados Unidos le obligue a ponerse el casco.

 

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