El desconcierto

La batalla de Argel en Sevilla

La batalla de Argel en Sevilla
El candidato del PSOE a la presidencia de la Junta de Andalucía, Juan Espadas, en el Photocall previo al debate en RTVA. Joaquin Corchero / Europa Press

Por si le faltaran problemas electorales al PSOE en Andalucía, empieza, en la última recta electoral hacia el 19 de junio, la batalla de Argel en Sevilla. La que mantiene el país árabe con el gobierno de coalición de Pedro Sánchez. El reciente viraje español en el contencioso saharui, apoyando la autonomía del Sahara dentro de Marruecos, lo confronta con las tesis independentistas de Argel. El enfrentamiento entre el PSOE, que defiende el giro de la Moncloa, y el PP, que viene a sumarse a las críticas formales, que no de fondo, de Argelia, es convertido así por las autoridades argelinas en un sólido argumento más de la campaña electoral de las elecciones andaluzas, como si las urnas tuvieran que dilucidar entre los planteamientos de Argelia o los de Marruecos.

De todas las comunidades del Estado español es Andalucía la que guarda mayor relación histórica, cultural y social con los dos países musulmanes del norte de Africa. Hasta hace menos de medio siglo, más de medio millón de españoles vivían en la orilla sur del Mediterráneo a consecuencia de la guerra civil o de la emigración a Orán, Tánger y Tetuán. Andalucía es hoy, además, frontera con ambos pueblos en Melilla y solo con Marruecos en Ceuta. La pesca, la inmigración y el turismo han anudado las relaciones económicas entre el sur de Europa y el norte de Africa. Nadie más que los mismos andaluces observan con mayor inquietud el choque de intereses de estos dos países.

Aunque por razones obvias no se habla sobre las ciudades autonómicas de Melilla y Ceuta, argelinos y marroquíes saben bastante bien que sin ellas no habría batalla de Argel. Todos conocen, igualmente, que si España las hubiera incluido bajo el paraguas de la OTAN la controversia seguiría existiendo, aunque sin la tensión que hoy mismo la acompaña, dado que nunca podrían acogerse al artículo V del bloque militar atlantista. Nuestra situación geopolítica es la que es y precisamente por ella la autocracia marroquí y la dictadura militar argelina, nacida del golpe de estado contra el triunfo del FIS en las últimas elecciones de Argel, la estiran a su conveniencia.

Mientras Marruecos ha conseguido sumar a España al bloque de Estados Unidos, Francia, Alemania e Israel, Argelia trata de duplicar la soledad de Sánchez en las Cortes con su cantada derrota electoral en Andalucía. Ahora,  busca disociar el giro histórico de Pedro Sánchez de la supuesta voluntad de los españoles, esperando, sin mucha fe, que el gobierno que suceda en un futuro al actual pueda corregir mañana la posición actual de la Moncloa, pese a estar muy bien amparada, cuando no orientada, por la OTAN. No por casualidad la ministra Calviño empieza ahora, en la recta final hacia las urnas, a insinuar que la decisión de Argel bien podría estar inspirada por Putin, cuando la postura de Argelia es idéntica desde 1975, en que el presidente ruso era un mero oficial de la KGB en Dresde.

De las muchas bofetadas que se va a llevar el candidato Juan Espadas este domingo, más de una vendrá del giro de Sánchez, aunque ninguna como la que recibirá del doble error de cálculo del ministro Albares. Primero, por sostener que tras el cambio de postura de España no habría reacción alguna de Argelia; segundo, al afirmar que hoy los argelinos darían marcha atrás en la suspensión de relaciones con Madrid. Lo cierto es que el ministerio de Asuntos Exteriores se ha convertido para el presidente del Gobierno en un serio asunto interno. La geopolítica norteafricana es de por sí bastante complicada, pero cuando no se maneja con cuidado puede ser explosiva. En solo dos años, lo ha sido tanto con Laya como con Albares. Y el que va a pagar su coste el próximo domingo se llama Juan Espadas.

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