Corazón de Olivetti

El 15-M y el ágora

La fuerza que usan contra ellos, les alimenta. Sin una hoja de ruta precisa, al movimientodel 15-M le une la rabia, eso que llaman justamente indignación en sus diversas tonalidades: desde el mosqueo de la clase media al cabreo imponente de los desheredados, que siguen siendo aquellos a los que Lorca definiera como "los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega".

Sus voluntarios no cobran por indignarse, carecen de horario fijo y de costumbres, esa rutina que podrían controlar mejor las fuerzas de seguridad. Son muchos porque la indignación también es numerosa. Y no están dispuestos a rendirse porque tampoco les dan tregua los mercados, la corrupción, la brújula perdida de los gobiernos. Vuelven a Sol, que es su patria, así truenen municipales o visitas papales.

El kilómetro cero de España se convierte entonces en el kilómetro cero de la esperanza. Cierto que a veces el sueño de la razón produce monstruos, pero el sueño de la sinrazón los produce siempre. De esa muchedumbre, atinan los sociólogos, puede surgir lo que fuere. Salvo conformismo, cabezas agachadas, brazos cruzados. Si tuvieran un filósofo detrás, una nueva aurora como dirían quizá Ortega o Zambrano, no sólo reconquistarían ese ágora que tendría que ser suya para siempre, sino que andarían al asalto de nuevas bastillas y palacios de invierno; ocuparían antes la Bolsa que el Congreso. Pero, con audacia intelectual y sin más armas que las de la palabra, el 15-M ha logrado en cinco meses más que cualquier partido político en más tiempo: ha tomado posesión de muchos corazones.

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