En la maleta de Zapatero

Cristina Fernández y la "doma" de las mujeres

Ustedes me dirán que qué tendrá que ver, pero les aseguro que yo, hoy, cuando asistí a la rueda de prensa de la presidenta de Argentina con el presidente Zapatero me acordé de la frase de mi admirada Emilia Pardo Bazán, cuando decía, adelantándose a su tiempo (siglo XIX) y, por tanto, con enorme osadía, que "la educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión".

Confieso que mucha gente, que acompaña a Zapatero en sus viajes internacionales desde hace mucho más tiempo que yo, me había hablado mal de Cristina Fernández de Kirchner -por cierto, me produce urticaria el 'de Kirchner'-. Sin ir más lejos, hace pocos días, en un cóctel de clausura de un acto con el presidente, un embajador de un importante país y el presidente de un importante organismo del Gobierno me confesaban que era una maleducada, que siempre iba por libre y que llegó a tener hora y media esperando a los reyes antes de un acto. Tal fue el bochorno del equipo de Protocolo, narraban espantados, que una vez llegaron Juan Carlos y Sofía al lugar del evento, los enviaron de vuelta al hotel para que esperasen los 90 minutos, cómodos y sin alterarse, a la impuntual y republicana presidenta.

Más recordado y conocido es el reciente episodio de la Cumbre de Washington de noviembre de 2008, cuando, una vez hecha la foto de familia, el presidente de México, Felipe Calderón, alertó a los demás miembros del G-20: "¡Falta doña Cristina!". Y hubo que repetir la foto cuando "doña Cristina" llegó tranquilamente y con sonrisa deslumbrante, aclarando: "He ido a empolvarme la nariz".

Pero ayer, Cristina Fernández -sin más- se convirtió en mi ídolo. Llegó a la sala de prensa sonriente, radiante, muy segura de sí misma, por delante de Zapatero y saludando a ambos lados con una cordialidad entrañable. Desde el momento en que el presidente español finalizó su primera intervención, Fernández se convirtió en la anfitriona de Zapatero, que pasó a llamarse "José Luis" a todos los efectos.

Las intervenciones de la argentina duraron el doble que las del jefe del Ejecutivo, abrumado pero divertido con el desparpajo de su invitada; ella dio el turno para que los periodistas empezasen sus preguntas, incluso permitiéndose adivinar lo que le iban a preguntar; si la pregunta era para los dos mandatarios, Fernández decidía quién contestaba primero, si ella o "José Luis", y cuando ya la prensa estaba fascinada con esa mujer menuda que lo llena todo con su acento vivaz y su osada desenvoltura, Fernández dio la campanada final: "Señores, son las siete y veintisiete. El líder de la oposición me espera en El Pardo y si llego tarde, le echará la culpa al presidente del Gobierno, así que muchas gracias a todos". Y clausuró la rueda de prensa ante la estupefacción del equipo de Protocolo, la sonrisa cómplice de los medios argentinos y, sobre todo -me pareció adivinar- la aprobación de Zapatero. Creo que la habría fichado para su Gabinete en ese momento.

EL TOLE - TOLE: El presidente del Gobierno tiene tantos encuentros con Obama en abril que volverá locos a los periodistas que lo acompañan. Veamos: el día 2, en Londres, es la cumbre del G-20, que habrá de ser rebautizado si España sigue asistiendo. Allí estará el nuevo presidente de EEUU. Los días 3 y 4, en Estrasburgo y Kehl, se celebra la Cumbre de la OTAN, con su 60º aniversario y Obama en el papel protagonista. Pero es que el mismo día 4, habrá una cena en Praga, capital de la República Checa, presidenta de turno de la UE, a la que es más que posible que también vaya Obama. ¿Es posible que pasemos de no hablarnos con un presidente de EEUU hasta ir a hacer la compra con el otro? Veremos.

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