Fuego amigo

Hay que asesinar a los asesinos de los asesinos, o algo así

La llamada solución final ideada por los nazis, la eliminación física de cuanto judío hiciese sombra sobre la Tierra, es una página de la Historia particularmente querida por las asociaciones ultra cristianas, tan cercanas ideológicamente a sus mayores nazis, que gustan de lavar su pasado comparando el aborto con el exterminio de los judíos. Para los Mayor Oreja y los zánganos del obispero español que zumban a su alrededor, las leyes sobre el aborto que el PP consintió durante ocho años de gobierno son lo más parecido al Holocausto.

Y sin embargo, los nazis, que se beneficiaron de la apatía cobarde del Vaticano, no hicieron otra cosa que perfeccionar el gusto cristiano por las matanzas. Os recuerdo que en el asedio a la ciudad de Béziers, en 1209, el papa Inocencio III, en su lucha contra los herejes albigenses, ordenó, por inspiración divina, pasar por las armas a todos los hombres, mujeres y niños, sin discriminación. "Matadlos a todos, que Dios sabrá reconocer a los suyos".

Ese soplo de dios señalando a los suyos es lo que debió sentir al oído el ultra cristiano que asesinó a tiros al médico abortista más famoso de Estados Unidos, en una iglesia luterana de Kansas. Y es que cuando dios te habla al oído algo malo está a punto de ocurrir, como bien saben los iraquíes tras las conversaciones que mantenía el hijo tonto de los Bush con el hijo del Altísimo.

Deberíamos, pues, estar vigilantes, pues más de 40 asociaciones, lideradas por el ultraderechista Foro de la Familia, anuncian manifestaciones multitudinarias contra la futura Ley del Aborto, a la vuelta del verano. Aviso, pues, a los ginecólogos de las clínicas abortistas: por ahora no consta que dios haya ordenado vuestro exterminio, pero si veis a algún facha haciendo trompetilla con la mano sobre la oreja (mayor), como escuchando el más allá con disimulo, llamad inmediatamente a la policía.

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Meditación para hoy:

En el norte de África la televisión supone una ventana hacia el primer mundo, por donde va desfilando la sociedad confortable de los europeos: nuestras carreteras, medios de comunicación, sanidad, escuelas, automóviles, piscinas y toda la tramoya sobre la que parece estar montado el estado del bienestar. Hay que tener unas raíces muy ancladas en tu tierra para resistir la tentación de montar en cayuco e ir a probar fortuna al otro lado del estrecho.

En realidad, toda el África empobrecida apuntó siempre con sus antenas parabólicas de manufactura casera hacia el primer mundo, soñando despiertos con el gran viaje hacia la esperanza. ¿Pero qué ven ahora? Pues ven que los que habían logrado arribar a nuestras costas deambulan como sombras sin trabajo y guardan cola ante los comedores de caridad.

Nos dicen desde el ministerio del Interior que a Canarias no llega un cayuco desde hace dos meses, y los que saben de esto lo achacan a la crisis económica. Lo que demuestra que la venganza es un plato que se debe tomar frío. Ahora los africanos saborean su venganza, remoloneando ante el televisor, contando blancos en las colas del paro.

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