Fuego amigo

Ayudemos a bajarlo del Gólgota

Circulan por internet unas imágenes que años atrás nos hubieran estremecido por la amenaza latente que encierran. Están tomadas el 21 de noviembre en la iglesia de San Jerónimo el Real, en una misa en memoria de Franco y José Antonio. Si las observas superficialmente te parecerá que estás ante una obra de teatro en un local del IMSERSO, donde un grupo de jubilados representa una escena de la serie "Cuéntame", de televisión.

De pronto parece que el cura que oficia la misa y sus acólitos van a dar de comulgar a los feligreses, pero en lugar de un par de hostias les da de besar la bandera española, con el aguilucho bordado. La vieja confusión entre bandera y sagrario, el reflejo de aquella simbiosis entre Iglesia y Estado de las dictaduras.

Todavía se honra en lugar sagrado a un régimen político que sólo la desmemoria, la ignorancia o la desvergüenza podrían justificar hoy. Ya sé que son actividades propias de un IMSERSO, aparentemente inocentes, como las clases de macramé, de nostálgicos a los que les resulta insufrible pensar que ofrecieron toda una vida a una causa perdida. Lo sé.

Dejémosles con sus juegos, pero vayamos descolgando los crucifijos de las aulas de los más jóvenes, precisamente porque, como dice González Pons, son el símbolo de Europa, la salvaje Europa que promovió las Cruzadas, que paseó la cruz en el pecho de sus guerreros violadores, excitados por las calenturas de Papas libertinos y sedientos de poder.

Las aulas no son lugares para colgar mitos de sus paredes sino para el uso de la razón. Para los microscopios, y no para los símbolos de la barbarie. Dejemos las cruzadas para los libros de Historia.

Más Noticias