Fuego amigo

Hay que tener un programa y presentarlo

Qué poco dura la alegría en la casa del pobre, aunque se sueñe campeón del mundo. Ya lo decía el poeta Mario Benedetti: Después de la alegría viene la soledad/después de la plenitud viene la soledad/después del amor viene la soledad...

Ayer, el Debate del Estado de la Nación fue la representación de esa resaca, de las soledades de todos los partidos políticos ante una población que no sale de su estupor por la parálisis de sus representantes. Los de menor representación parlamentaria están acostumbrados a su soledad, bien es verdad, pero los dos grandes partidos políticos, que presumen de tener detrás el apoyo de millones de votos, dejaron también patente su soledad.

La del gobierno ya la vimos recientemente con la salvación, in extremis, del decreto de medidas para enjugar el déficit. Creo que Zapatero tiene esa sensación de los jugadores agotados que están esperando a que el árbitro haga sonar el silbato, que no es otro que las próximas elecciones.

Rajoy, continuando con el símil, sigue pensando que puede ganar el partido repartiendo leña holandesa contra los jugadores en lugar de ir de frente a por el balón. Le exigió al presidente del gobierno, una vez más, la convocatoria de elecciones, incapaz de disimular el ataque de ansiedad que le están provocando los primeros síntomas de reactivación económica. Como le apuntó Zapatero, cuando quiera puede hacerse con el control del partido: "Tiene en sus manos el instrumento de la moción de censura (...) pero hay que tener un programa y el valor de presentarlo a sus ciudadanos".

Pero Mariano no es que no tenga valor, es que también está solo. Sobre todo él. En su alocada carrera hacia la Moncloa ha dejado tantos heridos entre el llamado nacionalismo periférico que ni siquiera puede esperar a que el resto de la Cámara le haga gratis el trabajo sucio. Y no se me ocurre nada más sucio que cuatro años de Gobierno de Mariano Rajoy.

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