Fuego amigo

Las huelgas de camioneros las carga el diablo

Estamos en 1973. Chile tiene un gobierno socialista desde hace tres años. Gobierna Salvador Allende con la oposición de la derecha, de los democristianos y, lo que es peor, de los Estados Unidos, cuyo secretario de Estado es un presunto delincuente internacional llamado Henry Kissinger. "No veo por qué tenemos que quedarnos como espectadores y mirar cómo un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo", había dicho este raro espécimen de demócrata que con el tiempo habría de mancillar para siempre la institución de los premios Nobel de la Paz.

En el mes de agosto, financiados por la administración norteamericana, los camioneros deciden una huelga general indefinida, a la orden de su presidente confederal, uno de los dirigentes del grupo paramilitar de ultraderecha "Patria y Libertad".

Los camioneros consiguen, mediante la fuerza de los piquetes, paralizar todo el país. Al que se opone se le amenaza de muerte, se le pinchan las ruedas o se le quema el camión. La gente se precipita a llenar los depósitos de gasolina, y acapara alimentos ante el pánico a un inminente desabastecimiento. La coalición de derechas de Alessandri y, sobre todo, la Democracia Cristiana de Eduardo Frei se aplican a correr el bulo de la parálisis de la economía, incitando a la gente a vaciar las tiendas y a retirar los fondos de los bancos.

Toda una clase media se sintió amenazada, convenientemente excitada y aleccionada en sus misas dominicales por una Iglesia golpista, aprendiz del brujo Richard Nixon que meses antes había recomendado a su gabinete la necesidad de "desestabilizar la economía del país".

A una señal de Washington, el felón democristiano Eduardo Frei, presidente del Senado, declara inconstitucional el gobierno democrático de Salvador Allende.

El resto creo que ya lo recordáis. Después de comulgar, el general Pinochet, que meses antes había puesto a dios por testigo para defender la república, se convierte en uno de los más famosos asesinos en serie de la historia.

Pero eso sólo ocurre en países como Chile. Creo.
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Meditación para hoy:

Ayer salí de mi oficina temprano para cargar de gasolina el coche. Medio Madrid había salido temprano de sus lugares de trabajo para hacer lo mismo. Los que me tocaron a mí formaban una cola kilométrica antes del surtidor. Así que me di media vuelta porque no estaba dispuesto a que los huelguistas decidieran por mí en qué empleo mi tiempo libre. Aproveché para ir a comprar a una gran superficie cercana. Creo que ocupé la última plaza de aparcamiento que quedaba libre. Llegué temiéndome lo peor. Y lo peor era que la otra mitad de Madrid que no estaba en la cola de las gasolineras hacía cola delante de las cajeras, con los carros llenos de leche, aceite, cervezas... Me di la otra media vuelta que me quedaba y llegué a tiempo a la tiendecita de mi barrio. Entre un tumulto de gente, un empleado ponía "al día" los precios. Los de la leche, el aceite y las cervezas habían sufrido un súbito empuje hacia arriba. Creo que ya empiezo a entender la economía de mercado.

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