Fuego amigo

Resultó que debajo de la boina había una boina

Cuando ETA vuelve a atentar, ni la prensa ni los políticos demócratas pueden hacer otra cosa que condenarlo. El terrorismo, en cambio, puede plagiar sus comunicados, repetir su viejo repertorio de matar y extorsionar con la seguridad de que sus acciones siempre tendrán un eco gratis, amplificado por su adversario. Los terroristas saben que su cosecha de muerte es siempre escasa, que los destrozos se arreglan con fondos públicos pero que, al igual que en la economía, el efecto psicológico supera siempre con creces los destrozos reales.

Ellos juegan con la ventaja de saber que siempre tendrán aseguradas las primeras páginas, los primeros vídeos, los primeros párrafos de los discursos. Una ceremonia de acción/reacción que se repite desde hace décadas, desde los tiempos predemocráticos en que la izquierda identificaba, sin atreverse a confesarlo públicamente, la lucha de ETA con el brazo armado de la democracia por venir. Un ejército guerrillero que ilusoriamente habría de poner en jaque a la dictadura, con acciones tan vistosas como el elegante vuelo del coche oficial de Carrero Blanco hacia el cielo de Madrid, recién comulgado, ansioso quizá por ponerse en brazos del Señor.

Pero cuando llegó la democracia llegó también nuestro despiste. Resultó que el enemigo de ETA no era nuestro enemigo, sino la democracia por la que tanto habíamos suspirado. Y, lo que es más terrible, resultó que debajo de la boina había una boina.

Cuando los "políticos" de la banda decidieron que esa vía estaba ya agotada, tomaron el relevo brillantísimos gudaris que ejercitaron su boina neuronal levantando piedras y afinando la puntería. Y todos pasamos a ser sus enemigos. Todo asesinato sirvió para su mensaje de salvación: guardias civiles, policías, militares, clientes de Hipercor, inmigrantes ecuatorianos, políticos, periodistas, niños.

Esa es la lección histórica: el terrorismo se caracteriza por ser capaz de elaborar un perfecto y complejo análisis... de una realidad que no existe, dando como resultado siempre un disparate. Por ello, los nacionalismos que, sin confesarlo, piensen que el terrorismo está haciéndoles el trabajo sucio del que abominan públicamente deberían tener muy presente que la independencia que dice buscar ETA no es un fin en sí misma, sino el medio para instaurar su dictadura. Que la independencia no es sinónimo de libertad.

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