Fuego amigo

La Corte de los Milagros

En la novela Nuestra Señora de París, Víctor Hugo se mofa de las triquiñuelas de los desalmados del hampa parisina que se hacían pasar por tullidos, ciegos o sordomudos, que durante el día pordioseaban lastimeramente cerca del famoso mercado de Les Halles, y que por la noche "milagrosamente" recuperaban la salud y la plenitud de los sentidos para convertir en alcohol y favores sexuales lo ganado durante el día con la mendicidad. Con su fino humor llamó a este inmenso reino del timo "la corte de los milagros". Mucho después, en 1927, mi paisano Valle Inclán, con no menos mala leche, utilizó el hallazgo de Víctor Hugo para elaborar un relato acabado de la Corte de la España de Isabel II que tituló "La Corte de los Milagros".

Ahora, el Partido Popular, con no menos ingenio y habilidades de timador, toma el relevo y resucita en la madrileña Génova 13 la Corte de los Milagros, igual de falsa y de tramposa. En el año 2000, tras el primer gobierno del PP, cuando un periodista de Il Messagero de Roma le preguntó a José María Aznar cuál era el secreto del "milagro económico español", nuestro hombrecillo insufrible, con la humildad que le caracteriza, respondió: "El milagro soy yo". La respuesta dio varias vueltas al planeta Tierra como un ciclón de vergüenza ajena que todavía hoy permanece rodando por las cancillerías europeas. No es que sea tonto, se decían, es que no está bien, el pobre, trabaja demasiado como vigía de la civilización occidental.

No os extrañe, pues, que, una vez devaluado y mancillado el valor de los prodigios celestiales, el Partido Popular vea milagros donde los demás simplemente vemos el resultado del trabajo concienzudo de los seres humanos. Así, el sucesor de Aznar en esa corte de los milagros, Mariano Rajoy, considera "milagroso" que, "en medio de la confusión" generada por la política antiterrorista de Zapatero, la Guardia Civil y la Policía Nacional "conserven su capacidad operativa", asombrado (¿quizá dolido?) por las últimas detenciones de miembros de ETA.

Mariano Rajoy no sale de su asombro y nosotros tampoco. No es que sea tonto, como dicen de Aznar los que no le quieren bien, es que trabaja mucho, y el aturdimiento le lleva a esta curiosa manera de hacer amigos entre la policía y la Guardia Civil, vertiendo sobre ellos la ponzoña tan hábilmente ensayada durante años con las dudas sobre la autoría del 11-M y la posible trama policial. Según él, no es que nuestra policía haya demostrado saber hacer bien su trabajo con la detención de etarras tan cualificados, es que han acertado de casualidad con las detenciones, o mejor aún, han acertado de milagro. Aunque, como Mariano es gallego como yo y Valle Inclán, alomojó estaba empleando una fina ironía, y lo que quiso insinuar es que la policía "sabía" hace tiempo donde estaban los etarras escondidos, pero que se plegaron a las órdenes de los malvados socialistas de no detener a nadie porque estaban saliendo juntos últimamente.

Y yo me pregunto: ¿Os imagináis qué inyección de moral han supuesto estas palabras de Rajoy para los cuatro o cinco "topos", o los que sean, de las fuerzas de seguridad infiltrados en ETA, que a diario se juegan el pellejo con el miedo metido en el cuerpo de que los descubran en cualquier momento?

Me encantaría que uno de estos policías dejase su labor durante un rato, se acercara a Génova 13, a la Corte de los Milagros, y le dijese a la cara a Mariano, muy amablemente, eso sí, porque nunca hay que perder las formas: "el milagro soy yo, pedazo de imbécil".

Más Noticias