Fuego amigo

A la Iglesia Católica le gustan mucho los niños

Mientras el Papa Benedicto XVI se retira de los calores romanos para pasar la primera parte del veraneo en el castillo de Mirabello, en los Alpes, desde donde volverá en agosto a la tradicional residencia veraniega de Castel Gandolfo, de castillo en castillo como en un cuento de hadas, su amada iglesia de los Estados Unidos de América tiene que vender hasta los muebles para pagar las consecuencias de la lujuria desenfrenada de miles de sus sacerdotes pederastas.

Mientras el rico sucesor de Pedro sigue viviendo la fantasía de que es el rey de sus castillos y palacios, con lanceros y maceros vestidos de payasito, puro diseño de Miguel Ángel, parte de sus parroquias americanas descienden (por fin) a conocer la pobreza predicada por Cristo, si bien por la fuerza mayor de jueces descreídos que ni respetan el amor desmedido que sus pastores sienten por los niños. Esos curas sí que aman a la familia, sobre todo a los más pequeños de la familia.

Mientras el infierno se desata en la otra parte del mundo, Benedicto XVI, desde sus ricas mansiones amuralladas, aconseja a los católicos que utilicen las vacaciones para "relajar el físico y nutrir el espíritu con oración y meditación". Como él vive en ese mundo irreal de cartón piedra, todavía piensa que el orbe cristiano está deseando que lleguen las vacaciones de la santa Semana Santa, por ejemplo, para tener tiempo para orar de parroquia en parroquia, como me obligaban a mí de pequeño. Si se diera una vuelta por nuestras playas, se percataría de cuán difícil es mantener el hilo de la oración sin tropezar con las espléndidas tetas y los paquetes metrosexuales de nuestros jóvenes veraneantes.

Tan sólo la archidiócesis de Los Angeles ha accedido a pagar 660 millones de dólares como indemnización a 500 víctimas del abuso sexual de sus sacerdotes. En los últimos años, la Iglesia norteamericana ya ha invertido 2.000 millones de dólares en tapar sus vergüenzas. Porque no eran vulgares sacerdotes rijosos, salidos por culpa del estricto celibato al que les somete Roma. No eran aquellos sacerdotes trabucaires nuestros que disfrutaban de una esposa como ama de llaves y de cuyo matrimonio ilícito nacían sobrinos y no hijos. Estos de ahora son puros delincuentes, criminales, violadores, abusadores de las conciencias primero y de los cuerpos después.

Alguno podría contestarme que delincuentes se hallan en todas las profesiones. De hecho, ayer mismo, la policía española culminó una operación de proporciones gigantescas contra la pederastia organizada en internet. Están implicados en esa red gente de toda calaña, condición y profesión. Pero lo que se juzga en la Iglesia y su "amor" por los niños es más la actitud de la jerarquía católica, y su intento de ocultar la verdad de sus ovejas negras, que los delitos de sodomía de sus sacerdotes.

Como acaba de ocurrir en Madrid, donde el Tribunal Supremo ha hecho responsable subsidiaria a la archidiócesis por "encubrimiento" de los actos pederastas de uno de sus curas. En los Estados Unidos el problema de intento de ocultamiento por parte de la jerarquía es tal que para defenderse del doble abuso (el del cura y el de su obispo cómplice) existe una asociación de defensa conocida como Red de Sobrevivientes a los Abusos de Sacerdotes (SNAP, por su sigla en inglés).

Que se sepa, no existe ninguna asociación de Sobrevivientes a los Abusos de los Ingenieros de Caminos o de Sobrevivientes a los Abusos de los Corredores de Comercio. Claro que de todos es sabido que el amor de los Ingenieros de Caminos y de los Corredores de Comercio por la familia y sus más tiernos infantes no tiene ni punto de comparación con el de la Iglesia católica.

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